Sábado 24 de febrero de 2007. Estadio Vicente Calderón. Diez de la noche. Echa a rodar el balón en un derbi de Liga que no va a ser uno más para los componentes de la Peña Atlética Belalcazareña Antonio Muñoz Toni (Córdoba). El enfrentamiento concluye con empate a un gol. Para los anales del fútbol queda que el tanto del Atleti lo anota Fernando Torres en el minuto 10 -el único que le marca al Madrid en su primera etapa como colchonero- y que Gonzalo Higuaín firma el del equipo blanco -el primero del argentino con esa camiseta-, mientras que al colchonero Perea le anulan un gol legal, el único que anotó con la camiseta rojiblanca. Pero para los anales de esa peña cordobesa y los de todos los que apenas un par de horas antes del partido circulaban por los aledaños del Vicente Calderón o estábamos tomando una cerveza a las puertas de uno de los bares próximos al estadio quedaron también otras lamentables escenas que nunca deberían de vivirse. Dos grupos de energúmenos que no representan a ninguna afición habían preparado un acto de guerra que comenzó con el lanzamiento de botellas a la Policía y la posterior carga de los antidisturbios.

Lo que en principio parecía una cita de irracionales ultras del Atleti y del Madrid para pegarse -sí, de esos que a sí mismo se llaman superaficionados, pero que sólo se representan a ellos mismos- se acabó convirtiendo en una batalla campal en la que las pelotas de goma y los porrazos de la policía iban y venían caiga quien caiga, en una lamentable desventura de la que no sabías si saldrías vivo y en la que el pánico era la tónica general. En medio de ese sin sentido surgió un aficionado de esa peña cordobesa que le echó un par y se abalanzó sobre algunos ultras de su propio equipo para empujarlos y evitar que siguieran lanzando botellas a la policía. David Morillo-Velarde demostró con esa acción con la que se jugó el físico lo que a muchos les cuesta entender, que la inmensa mayoría de los aficionados de un equipo de fútbol condenan esos actos que se repitieron en el Bernabeu en el partido de ida de las semifinales de la Champions -donde los ultras del Madrid le inflaron la cara a porrazos a un aficionado del Atleti- y que se volvieron a repetir a las puertas del Calderón en la vuelta del miércoles pasado, cuando los ultras atléticos le devolvieron la moneda a los del Madrid con un comportamiento igual de impresentable. Quien siga pensando que esos energúmenos representan a una afición está tan ciego como el que piensa que todos los vascos han comulgado con los asesinatos de ETA.

Hoy quiero rendir un homenaje a David, que desgraciadamente se nos fue joven. Cada vez que presencio imágenes parecidas recuerdo su heroicidad y suscribo aquellas palabras que dijo aquel día: "Estos tipos que actúan así deberían de tener prohibida la entrada a los campos de fútbol".

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