Atención al discurso de Abascal

Una multitud oyó un mensaje de gran calado político, inusual en tiempos en que los líderes compiten en inanidad

Los fuertes apoyos internacionales conseguidos por Vox el pasado fin de semana en Viva 22, algo así como la fiesta anual del partido, han sorprendido a muchos observadores y comentaristas. De una u otra forma, se hicieron presentes el discreto presidente polaco, Morawiecki, el infaltable Orban, la triunfante Meloni, el renacido Trump o el sólido Ted Cruz, entre otros líderes de primer nivel. Sin embargo, no debiera sorprender este concurso ante la convocatoria de un partido sólidamente asentado en las encuestas y ya en los parlamentos, imprescindible en cualquier alternativa de gobierno que pueda encabezar el PP. Lo que sí ocurre es que esos apoyos internacionales pesan hoy mucho más que hace un par de años.

La relativa sorpresa generada por esas presencias en Viva 22 ha contribuido, sin embargo, a enmascarar un tanto algo quizá más reseñable: el notable discurso de Santiago Abascal ante una multitud que oyó un mensaje de gran calado político, inusual en tiempos en que los líderes compiten en inanidad pública y reservan la exposición de sus intenciones para los conciliábulos discretos y las reuniones de elegidos. Llaman la atención en los planteamientos de Abascal dos cuestiones estrechamente relacionadas: por una parte, la crítica sin concesiones a las elites dirigentes y sus consensos de intereses al margen de la opinión o sin suficiente respaldo en ella; por otra, y sobre todo, la propuesta de recurso al referéndum de forma sistemática para decidir asuntos de gran trascendencia social, de los que llegó a plantear hasta ocho posibles.

Nadie puede discutir la legitimidad democrática del procedimiento y su probable capacidad para quebrar los falsos consensos y la aparente irreversibilidad de medidas que la presión de la izquierda ha ido arrancando a través de campañas mediáticas, tenacidad legislativa y, cuando ha sido necesario, presión en la calle. También pude ser una buena estrategia, de cara a futuras negociaciones con el PP, exigir un calendario de consultas ciudadanas antes que promesas de dudoso cumplimiento sobre medidas legislativas. Y que cada partido se retrate. No obstante, el referéndum sobre cuestiones controvertidas es un arma muy potente de la que no conviene abusar. En primer y principal lugar, por su capacidad para generar fuerte enfrentamiento social; en segundo lugar, porque un Gobierno queda muy malparado si llega a perder uno.

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