Juan Carlos Girauta, convertido ahora en un ocurrente influencer, ha anunciado en Twitter que se marcha de Ciudadanos porque él no ha trabajado tanto "para construir una bisagra". Su jefe en el anterior diseño de Cs ha dicho lo mismo. Albert Rivera se muestra alterado por la prolongación del estado de alarma. O sea, desautoriza a su sucesora, Inés Arrimadas, por haber apostado por lo sensato: salud antes que desconfinamiento. El alma más intransigente de Ciudadanos se incomoda por una maniobra de sentido común; criticar los errores del Gobierno, que no son pocos, pero poner el interés general por delante. Los aventureros que llevaron a Ciudadanos al desastre, frustrando la esperanza de millones de españoles en un partido moderado, siguen empeñados en que podían haber conseguido el liderazgo de la derecha. Sin darse cuenta de que lo que consiguieron, con tanto trabajo, fue un sidecar enganchado a la motocicleta popular.

Así se colocaron cómodamente en gobiernos autonómicos, provinciales o municipales, apuntalando al PP donde había perdido prestigio, credibilidad y apoyos. Pero el sidecar no tiene manillar para orientar la marcha, ni motor para decidir la potencia de desplazamiento. Este es el sino de Juan Marín y sus compañeros en el actual Gabinete andaluz, darle estabilidad a Juanma Moreno y los suyos con escaso margen de maniobra. Algunos incluso parecen hacer méritos para ir en las listas populares en próximas elecciones. Arrimadas, priorizando la salud y poniendo condiciones al Gobierno ha roto la obediencia de bloque en la que Rivera había instalado a su partido. Hace un año España tuvo la posibilidad de un Gobierno con mayoría absoluta de 180 diputados. Esa ocasión se la cargó la estulticia de los fabricantes del sidecar y la arrogancia del inquilino de La Moncloa. Ayer en un artículo, Felipe González citando a Rubalcaba se preguntaba cuántos de los que gritaron "con Rivera no" la noche del 28 de abril serían de Podemos.

No sabemos hacia dónde irá a partir de este momento el modesto vehículo liberal, con su propio volante y propulsión, pero su independencia ha inquietado al PP e indignado a los ultranacionalistas de Vox y del soberanismo catalán. Algo se mueve. Ahora que echan a andar tanto en España como en Andalucía sendas comisiones parlamentarias para la reconstrucción económica y social, son muy necesarias las posiciones integradoras, humildes. Hace falta un nuevo contrato social para reforzar lo público sin fundamentalismos, respetando la economía de mercado y la libertad de empresa, con una mejor justicia fiscal. El concurso de todos es imprescindible; desde luego de los partidos más grandes, pero también de pesos ligeros autónomos que hagan de puente. O de bisagra, para que todo gire en la correcta dirección y se cierren los acuerdos con bien.

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