Aplausos para los sanitarios

Tuvo que venir la pandemia y el miedo al contagio para que muchos se dieran cuenta de la labor de algunas profesiones

Tuvo que venir la pandemia de coronavirus para que la gente se enterara, como decimos los andaluces, de lo que vale un peine. Tuvieron que venir el miedo al contagio, las cifras diarias de muertos, un ranking que sube cada día como si fuese una competición deportiva. Tuvo que venir esta pandemia para que los instalados cómodamente en la denominada sociedad del bienestar nos diéramos cuenta de que nuestra petulancia y prepotencia no estaban tan fundadas como pensábamos y que somos fácilmente vulnerables. El coronavirus nos ha bajado los humos y nos ha parado en seco en esa histeria colectiva en la que vivíamos.

Y tuvo que venir la pandemia y el miedo al contagio para que muchos se dieran cuenta de la labor de determinadas profesiones como transportistas, empleados de tiendas de alimentación, cuerpos de seguridad del estado y Ejército. También sirvió para que nos parásemos a considerar la labor de las personas entregadas al cuidado de mayores y enfermos, sanitarios en general. Tuvo que venir el miedo al contagio para que más de un insensato se diera cuenta de ello y las agresiones a profesionales sanitarios se convirtieran en aplausos. ¿Son sinceros esos aplausos que cada día se oyen a las ocho de la tarde, hora en la que los balcones se abren para dejar ver a esa especie de animal medroso que se refugia en la cueva y que se deja ver un momento como si fuese un fantasma?

Los médicos y el personal sanitario en general llevan ejerciendo una profesión sagrada desde la Grecia clásica. Recomiendo a los lectores que se acerquen a la Oración del médico, escrita por Maimónides en el siglo XII, para tomar conciencia de lo que la palabra sanitario lleva consigo. La salud es lo más importante de lo que podemos disponer y su pérdida hace ridícula cualquier otra pretensión. Y a esos a los que agredían no hace tanto, siempre por motivos injustificados, les tocamos las palmas cada tarde. Si el aplauso a médicos que apenas disponen de unos minutos para atender a pacientes, enfermeros que tienen que cuidar de un número excesivo de ingresados, farmacéuticos, limpiadoras, celadores, conductores de ambulancias, cuidadores de ancianos, personas que cuidan de nuestra salud poniendo en riesgo la suya, sin la protección adecuada, ni una simple mascarilla a veces, se queda sólo en el aplauso, habremos convertido una vez más lo trascendente en un simple show.

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