Reloj de solla esquina

Joaquín Pérez-Azaustre / José Aguilar

Antonio CastillaFábrica de producir... parados

ANTONIO Castilla ha decidido vaciar el costal. El pintor cordobés, que esta noche inaugura, a las 20:00, su nueva exposición en la Galería Carlos Bermúdez, ha deshilachado un equipaje hecho de consignas de relieves, de una contención inmaterial que ahora ha refrendado una mixtura de calma y de reposo, precisamente, en el trabajo de los materiales, esgrimidos quizá como coartada en la indagación sobre uno mismo. Creo poder decir que, para Antonio, la pintura es, esencialmente, una indagación sobre uno mismo. Todo creador lleva a cuestas su propia biografía, y cada aldabonazo sobre el lienzo, cada paletada de color, de barro o de ceniza, no es sino un esfuerzo colosal por sobreponerse a su pasado: Hemingway lo entendió pronto, y por eso su matriz no sólo se encuentra en Sherwood Anderson, sino en Goya, esencialmente, que fue su geografía madrileña antes, y con más intensidad, que el cóctel más sabroso servido por Perico Chicote.

Para Hemingway, el arte más cercano a la escritura era la pintura, y por eso no es residual que toda su escritura haya consistido, principalmente, en un sobreponerse a su pasado, en un poder mirarse en el espejo despejado ya el rostro y la conciencia de cualquier herrumbre cronológica. Quizá Antonio Castilla se halle más cercano, en cuanto a magisterio, al coraje febril y visual de Jackson Pollock en plena action painting, pero el sustrato último, literario o poético, también respira en él, se hace tangible, comenzando por el título de esta nueva exposición: Vaciar el costal, que es desocupar y es deshabitar, que es descargar y despejar no sólo los costados, sino también ese saco de tela fuerte y rústica, la arpillera que guarda las semillas. Como diría José Luis Rey, y también Claudio Rodríguez, esas semillas somos nosotros, esas semillas son la realidad que late tras los poros, que nos llena de lastre y nos define también por esa carga primigenia, que al final se ha asumido.

Así, la Galería Carlos Bermúdez, en Bulevar Hernán Ruiz, 3, será testigo esta noche de la inauguración de una sucesión de fotogramas con una explicación. Nada hay de irracional en la pintura de Antonio Castilla, a pesar del influjo de action painting, a pesar de una huida de la figuración que hermana a Antonio Castilla con otros interesantes pintores cordobeses como Manolo Garcés y Miguel Gómez Losada. Los caminos, claro, son inescrutables: la única verdad es que hay suficientes caminos para todos. Castilla ha comenzado, con este vacío de su costal, una confirmación que hasta el momento ha sido prudente y muy fecunda, que ha sido su senda, tenebrosa y onírica, y ha estado entregada a su arte puro con una vocación sacerdotal. Vaciando su costal ante nosotros, la pintura cenital de Castilla también ha recubierto las costillas cambiantes del silencio.

AHORA se confirma lo que sospechábamos, que cuando llegara septiembre todo iba a ser maravilloso. Maravillosamente desalentador. Muchos (empresarios, promotores, veraneantes, consumidores) dejaron la crisis para septiembre, y la crisis explotó en septiembre.

Explotó en cien formas distintas y, entre ellas, en la más sangrante y desoladora, aquella que conduce a miles de hombres y mujeres a las colas del desempleo. Noventa y cinco mil hombres y mujeres más en el paro que en agosto, pero es que en agosto ya hubo cien mil más que en julio. 95.000 al mes equivale a tres mil nuevos parados cada día, que se dice pronto.

Ya no se pueden esgrimir las verdades a medias del pasado reciente: no es que acudan muchos al Inem porque hay expectativas de encontrar un empleo y eso haga aumentar la demanda, sino que se destruye parte del empleo existente (en septiembre ha bajado el número de afiliados a la Seguridad Social); no es que suframos las consecuencias de la crisis internacional como los demás países europeos, sino que las sufrimos con más intensidad. Estamos a la cabeza de Europa en desempleo, lo cual sí confirma un antiguo aserto: en épocas de auge, crecemos muchos más que la media europea, pero en épocas de estancamiento o recesión nos estancamos o nos desaceleramos más. Algo distintivo tendrá la economía española, quizás un modelo más endeble y menos sólido.

También nos distingue la obstinación de los gobernantes en no dar la cara. Zapatero se esconde ante un nivel de desempleo que ya asusta. El ministro de Trabajo, interpelado cuando acudía al Congreso a defender su plan de retorno de inmigrantes que pocos inmigrantes van a aceptar, se remitió a su secretario de Estado para hablar de los datos del paro septembrino. "No tengo todos los detalles", dijo Celestino Corbacho, como si hicieran falta detalles para que el ministro de Paro -perdón, de Trabajo- valorase la cifra de 2.625.368 parados y explicase qué piensa hacer al respecto. Me recordó al tremendo Salvador Domínguez, primer director general de Canal Sur, que en celebrada ocasión también se excusó ante una comisión parlamentaria: "Es que ando chungo de papeles".

Si se diera el caso -ojalá- de que uno de estos meses venideros el paro quebrara su marcha ascendente, cambiase la tendencia y disminuyese el número de desempleados, ¿rehuirá el ministro a las huestes periodísticas con la excusa de que él no está en los detalles? Eso, sin contar que los "detalles" del paro marcan la diferencia entre ganarse el sustento trabajando o sentarse al sol los lunes, martes, miércoles, etcétera. Más aún: ¿cuánto tardará Corbacho en filtrar a la prensa amiga un dato favorable del empleo en cuanto se produzca y en declarar ante todos los micrófonos que le pongan por delante?

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