Cuarenta años de los asesinatos de Atocha, 20 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco, 13 años del 11M y así podríamos seguir obteniendo una larga lista de negros acontecimientos que tercamente aparecen en nuestro calendario político, emocional y social. Hechos que hubiésemos querido que no ocurrieran, pero ocurrieron, rompiendo vidas, proyectos, en ocasiones haciendo débil a la sociedad y en otros fortaleciéndola.

El concepto del Síndrome del Aniversario fue creado por Josephine Hilgard. Con sus estudios clínicos y el desarrollo de este concepto, Hilgard fue pionera en el estudio de la enfermedad, no sólo como activación de conflictos emocionales, sino también como un fenómeno de repetición cíclica transgeneracional que desvela lealtades e identificaciones entre miembros de un clan pertenecientes a distintas generaciones. Los trabajos de Hilgard han sido continuados y profundizados después por otros estudiosos, como la psicoterapeuta francesa Anne Ancelin Schützenberger, persona clave en el desarrollo de la psicogenealogía y de lo transgeneracional.

Creo que la sociedad española no ha conseguido hacer sus duelos y, como resultado, sufrimos el Síndrome del Aniversario. Cada aniversario reproduce los sentimientos que vivimos en el instante en el que ocurrieron, construyendo, en el imaginario de la sociedad, una herencia difícil de gestionar.

Por lo que vamos viendo, somos incapaces de reproducir los sentimientos de "alta gama" que esos acontecimientos también sacaron a la luz y, por el contrario, potenciamos el odio y el rechazo que esos momentos también ponen en escena.

El duelo es necesario, es fundamental para poder seguir adelante. El recuerdo nos hace humanos y la socialización de esos recuerdos nos hace elevar la categoría humana a la excelencia social. Para que una sociedad consiga hacer sus duelos, sus dirigentes tienen que hacerlos antes, con altura de miras, con generosidad, con la mirada del que, sabiéndose perdedor, sabe que ganará la batalla a la injusticia y a la sinrazón. Si el recuerdo socializado de los graves acontecimientos de nuestra sociedad se sigue viviendo desde la confrontación, será síntoma de un duelo no resuelto y, por lo tanto, de una sociedad secuestrada por un síndrome que, lejos de ayudar a superar el dolor y a seguir construyendo, alimentará la venganza, el certificado de defunción de la inteligencia.

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