Carteles, sí, carteles. "En los carteles han puesto un nombre que no lo quiero ni ver…" Pues lo mismo, pero con caras. Los carteles electorales ya cuelgan de las farolas y se añaden a la visual de los espacios públicos. Son elecciones, por si no lo teníamos claro.

La utilidad del cartel electoral es, cuanto menos, dudosa, aunque, bien enfocada, funciona. En general, las caras en fotos avivan el recuerdo de estar en campaña, de saber que en dos semanas que dura termina con el voto. En particular, visto cada cartel de manera independiente, no estoy seguro de que el despliegue sirva para sumar votos, pero no hacerlo -o hacerlo mal- resta alguno. Me voy a explicar: no nos sirven los carteles, así de primeras, para casi nada, pero si vemos los de unos candidatos y no lo de otros, sí los echamos en falta y esa ausencia no tiene un efecto directo en el voto, pero provoca la sensación mental de que quien falta no cuenta. El miedo a esa percepción, o el conocimiento de esa perversión inducida, hace que los equipos de campaña inviertan en cartelería, a pesar de que el conocimiento de los aspirantes se deba mucho más a la tele y a las redes que a su foto en la farola.

Tengo una impresión, que es personal y subjetiva porque no me he paseado por todas las calles de Andalucía, pero igual se comparte. Mi percepción es que los carteles de los dos principales abundan; me ha sorprendido por larga -aun sin llegar a esos niveles- la presencia de Ciudadanos; he visto algunos de la coalición Por Andalucía, muy pocos de Vox y ninguno de Adelante Andalucía (tampoco de las formaciones extraparlamentarias). Solo refiero ahora una impresión cuantitativa. En esto, parece que los dos que quieren pilotar no dejan pasar la oportunidad de ser vistos; tampoco Ciudadanos, que se agarra a su supervivencia parlamentaria. El resto no ha querido o no ha podido entrar a ese trapo.

El análisis cualitativo es otro cantar. Lo que el cartel busca, o debe buscar, es otra cosa: la presencia de la oferta personal y hacerla atractiva. Como mucho, dicen los estudios, la mente fija la atención en un cartel un par de segundos. Vale, cierren los ojos y piensen cuál recuerdan. La percepción está desequilibrada. Probablemente, ninguno, pero, si se sigue el curso de esta columna, puede ser que en algún caso se piense que los dos primeros, por ser los más abundantes y no tanto porque así sea sino porque así se ha reflejado. Bien, ¿y de ellos, cual más? El ejercicio es curioso. Imágenes frescas antes que antiguas, frases cortas antes que largas, mensajes cerrados antes que abiertos, avanza antes que… ¿qué era lo que decía?

En dos segundos de atención queda un regusto: lo nuevo parece (muy) viejo. Si fuera por el cartel, hay partido, porque se juega, pero no hay color, porque no llegan. Hay un cartel ganador y, luego, lo demás. Doble P, pura percepción. Primera verdad. ¡Maemía, maemía!

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