Impacto. Hay porque lo que se hace lo tenga o porque el golpe sea muy duro, que el suelo siempre lo está.

El aspirante Juan Espadas estrena esa condición desconocida para cualquier dirigente socialista en toda la historia de la autonomía andaluza. Nunca hasta ahora el candidato o candidata cabeza de cartel había tenido la condición de subalterno. De hecho, dirigir el PSOE andaluz y ser al tiempo el presidente, o presidenta, de la comunidad había sido un normal dos por uno. Ahora no. Moreno Bonilla preside la Junta, es candidato para revalidar el puesto, pero, sobre todo, es favorito claro para inaugurar triunfo. Ni siquiera cuando Arenas rozó la mayoría absoluta, que no le sirvió para gobernar, pudo batir a un derrotado Griñán, encumbrado presidente por el pacto con Izquierda Unida de entonces. El PSOE ha tenido algunos malos momentos antes, pero nunca uno con tan pocas opciones.

Tiene mucho mérito la apuesta de Espadas para encabezar la derrota. No debe ser plato de gusto salir de una cómoda mayoría sevillana para afrontar la recuperación de la Junta. Hay tiempos de victoria y otros de aguantar el tipo. El objetivo del PSOE, aunque no se declare, es aguantar el tipo aquí y en eso destaca la generosidad de Espadas. La frustración no llegará porque falte esfuerzo para reducir el impacto de la derrota y construir un suelo sólido desde donde subir dentro de cuatro años con mayor garantía y presencia (la garantía se desdibuja mucho por la cercanía de los últimos gobiernos socialistas y la presencia ha sido residual porque no es parlamentario), sino por pretender ganar, sin posibilidad real, con un método de atracción de voto erróneo.

El método falla por dentro y por fuera. Por fuera: no hay muchos andaluces que llamen piolines a los policías que defendieron la Constitución en Cataluña, aunque el incomprensible principio de Peter lo justifique, e incluso, después, lo niegue. Por dentro: el miedo a la derecha, justificado con la extrema derecha, es la apuesta de un socialismo andaluz tumbado en la lona. Ese mensaje no cala porque el receptor no tiene susto de un gobierno que no ha roto nada. El método es ser alternativa, no vencer por descarte. Dan más susto la ocurrencia y el cinismo que la derecha que se dice que está o la que venga, si viene. De esa, si el verdadero riesgo reside en Vox, situarlo en el centro del debate es un error mayúsculo porque 1) lo realza artificialmente y 2) te convierte en rehén de tu objetivo: ¿quién entenderá, con un resultado claro, que el PSOE no impida que Vox cuente facilitando la investidura en minoría de Juanma Moreno?

No se gana con el miedo, se gana con esperanza. La amenaza del miedo se para como sea, hasta con sacrificio, si el riesgo es inminente. Si Espadas tiene valor, puede tener impacto. Y, desde el suelo duro, subir por sí, sin fantasmas.

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