Andaluces en Madrid

Ya Ortega se mostraba sorprendido por que en el XIX la mayor parte de los gobernantes habían sido andaluces

Con este título organizó el novelista sevillano Manuel Halcón una serie de conferencias, luego recogidas en libro, en la que figuraban una serie de andaluces, afincados en la capital española, los cuales habían alcanzado una cierta celebridad en distintas especialidades. Aunque no se dijera de forma explícita, la idea que presidía la selección de personajes, mostraba hasta qué punto sin este tránsito y acogida en los grandes centros madrileños (academias, prensa, editoriales, centros de investigación, universidades) el claro triunfo público que acompañaba a cada uno de aquellos nombres no hubiera sido posible. Por fortuna, esta exigencia: el trasladarse a Madrid para alcanzar una definitiva consagración, parecía haberse perdido. Pero, por desgracia, anidaba aún en el inconsciente colectivo de algunos andaluces. Y lo ha puesto de relieve los comentarios surgidos a raíz del reciente "traslado" de dos consejeros de la Junta de Andalucía al órgano de gobierno nacional del Partido Popular. La idea transmitida ha sido la de un supuesto ascenso debido a sus respectivas valías. Tal como si sus capacidades ya hubieran brillado tiempo suficiente en lo que antes se llamaban las provincias. Una vez probadas, pues, sus dotes, les ha llegado la llamada hacia la consagración que otorga Madrid. Pero, un paso así ha provocado que algunos andaluces se pregunten: ¿Los habrán ascendido y se los llevarán a la capital porque han dejado ya todo resuelto en Andalucía? ¿Han logrado por fin que Esta comunidad despegue de los últimos lugares ocupados en tantas estadísticas nacionales? ¿Han sembrado y recogen ya, por tanto, su premio? Sin embargo, las respuestas ante este traslado a muchos les huele más a ambiciosa huida que a cadena de méritos. Ya Ortega en su Teoría se mostraba sorprendido al comprobar que durante el siglo XIX la mayor parte de los gobernantes de la corte habían sido andaluces. A Madrid los empujó su ambición, pero sorprende que, mientras mandaban, Andalucía, su región, no abandonó nunca los últimos índices en empleo e industrialización. La olvidaron pronto. Por descontado que las raíces territoriales deben ser elegibles y provisionales y cada uno debe tener la libertad de ejercer su función donde quiera. Pero no conviene disfrazar las motivaciones. Siempre, como mostró Halcón, habrá andaluces cuyas ansias les lleve a preferir ser un andaluz en Madrid. Es legítimo. Pero es una pena que si, en realidad, se trata de personas tan dotadas, abandonen un barco como el andaluz, en momentos en que todavía necesita tanto ideas como esfuerzos políticos.

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