Conocí personalmente a Amparo Pernichi un día de mayo de 2015, cuando se presentaba como número 4 de Izquierda Unida a las municipales en Córdoba. Ese día le hice una minientrevista informal, dentro de una sección que llamábamos Examen de Cordobesía y que le realizábamos a las nuevas caras que engrosaban los primeros puestos de las listas de los partidos a esas elecciones. Realicé muchas de esas entrevistas y la de Amparo es de las pocas que recuerdo cómo fue de principio a fin, quizás porque se la tomó con mucho sentido del humor -como había que tomársela-, siempre con una sonrisa en cada respuesta. No sé por qué, esa anécdota en forma de recuerdo fue lo primero que me vino a la cabeza cuando el pasado sábado me enteré de su irreparable pérdida, una pérdida que ha supuesto una profunda conmoción en su formación política, en Capitulares y en toda la ciudad, donde era muy querida entre el movimiento vecinal y asociativo.

Luego, como miembro del equipo de gobierno del PSOE e IU -en el anterior mandato municipal- siempre tuvo un trato amable y cercano con los periodistas, algo que se agradece y que no siempre es muy frecuente entre quienes gobiernan. Pero es que ella era así, durante toda su etapa en el Ayuntamiento -en el gobierno y ahora en la oposición- siempre fue así. Siempre estaba dispuesta a atender a quien se lo pidiese sobre cualquier tema de su competencia. La definición de como era como servidora pública la ha puesto de manifiesto, por ejemplo, la Federación de Asociaciones de Vecinos Al-Zahara, destacando de ella "su capacidad de trabajo, su coherencia y compromiso, la empatía mostrada con sus interlocutores y la voluntad de escuchar y buscar soluciones a los problemas ciudadanos para sacar adelante proyectos para nuestros barrios".

No voy a descubrir políticamente a esta mujer que durante el anterior mandato fue responsable municipal de Infraestructuras y Medio Ambiente, y presidió el Instituto Municipal de Gestión Medioambiental (Imgema) y el Jardín Botánico, cargos desde los que impulsó una profunda transformación en el Zoológico y coordinó el plan Mi Barrio es Córdoba para mejorar las condiciones de todos los distritos de la ciudad. Entre sus logros, diseñó el mapa de ruidos de la ciudad, sumó al Ayuntamiento al Pacto de Milán, impulsó los huertos urbanos y consolidó el ecomercado en el Bulevar del Gran Capitán. Todo esto ayudó a dibujar una Córdoba acorde a las preocupaciones del siglo XXI, más ecologista, más verde y con conciencia ambiental y social. Su marcha deja un vacío no solo en su formación política sino en todo aquel que la trató, que trató a esta mujer amable, servicial y de sonrisa infinita.

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