El Tornavoz

José Juan / Jiménez / Güeto

Alma de la Catedral: su gente

DOMINGO de Resurrección, nuestro Señor camina por las calles de nuestra Córdoba, transformándolas en una nueva primavera. De todos los lugares del mundo vendrán a contemplar, admirarse, deleitarse en la belleza de los geranios, claveles, damas de noche, petunias, gladiolos, y el incipiente alumbrar de los nardos. Todo será un aroma embriagador del azahar tardío a nombre de Resurrección y que se confundirá en el ocaso de la primavera y verano con el fascinante y arrebatador aroma a nardo, y a mí, a aroma a Virgen de la Sierra.

¡Virgen de la Alegría! Esplendorosa, cándida, fragor de ternura y belleza que inundas la Axerquía de color, mansedumbre, hermosura, candor y ternura de la pureza que mana de los labios de las monjitas de Santa Isabel que dulcemente elevan melodías angelicales y musitan en la debilidad y la timidez la beldad de la eternidad que proclaman los ángeles y arcángeles al admirarse de la excelsa preciosidad que en la humildad, dolor, llanto, abandono…., estuvo quieta, amante, susurrante, doliente, escondida al pie de la cruz; allí donde nadie quiso estar. Pero la Madre de Dios, como cualquiera de vosotras benditas madres, no renegó, no huyó… era su hijo, y ante el drama de un hijo no hay madre que ligeramente vuelva su torso y asome su delicada espalda. Ella, fuerte, valiente, única…, sí, Señora de la Alegría en el dolor, transforma la noche en un nuevo amanecer. Córdoba se renueva cada domingo de Resurrección desde la Axerquía inundando de divinidad cada rincón de nuestra Córdoba que por muy agreste y escarpada que sea su serranía, pensada y dibujada por el Beato Álvaro para conmemorar la pasión, queda presa del jugueteo de los querubines y serafines, para cantar y bailar, elevar sonrisas y miradas llenas de vida, porque Córdoba nace a una primavera de cruces llenas de colorido y vida; patios que desgranan alabanzas y piropos al creador por intercesión de la divina Señora triunfante que en el ocaso de mayo se convierta en un haz de fiesta inusitada e indescriptible al amparo de la Divina Virgen de la Salud para postrase luego e inclinarse a la verdad de un pueblo ante el Divino Sacramento, postrarse, adorarle… y simplemente decir sí, eterno amor de mi vida.

En este clima de complicidad, y con el permiso de nuestro director, me vais a permitir elevar un canto de gracias por las hermandades, los medios de comunicación y mucha gente más en esta Semana Santa histórica. Pero, indudablemente, por todos los profesionales que se han sacrificado en la ardua tarea de llevar a cada rincón lo que acontecía en cada momento, pensando en aquellos que no han tenido la oportunidad de vivir a pie de calle esta preciosa e irrepetible semana. Y quiero tener un especial recuerdo a mi equipo en la Catedral de Córdoba, y cuando digo equipo también a mi gente del El Día de Córdoba; pero es que los más de la cincuentena de trabajadores del Cabildo Catedral se han dejado la piel. Aunque hayamos cometido errores, y no hayamos estado a la altura de las expectativas…, os puedo asegurar que todos han puesto el corazón y la vida. Han sacrificado el don más preciado: sus familias. Citando a Miguel Espejo, responsable de mantenimiento y conservación y capitán en la realización; Manuel Fontiveros y Rafael Iglesias, en la difícil y preocupante área de seguridad; Jesús Tudela, en el ámbito de la administración y gestión; Agustín Jurado en las labores de producción y responsable de medios de comunicación; expresar mi gratitud y la de todos por el buen hacer sencillo y humilde y, a la vez, envidiable en el mundo entero, porque envidiable es el templo que nos acoge: la Mezquita-Catedral.

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