Cambio de sentido

Agotamiento pandémico

Estar 'zoombaos', llama un amigo al efecto pandémico de sentir las neuronas pixeladas y fritas

Peor están los sanitarios, los hosteleros y los muertos", reprochan los pecholata partidarios del Superhombre -y de la Supermujer- y detractores del increíble hombre blandengue si a alguien se le ocurre manifestar cansancio o pesadumbre por la situación que atravesamos. Es como si no tuviéramos derecho a estar exhaustos, y lo estamos. Se llama "fatiga pandémica" según la OMS y se traduce en falta de motivación, problemas para concentrarnos o dormir, saturación, ansiedad. La incertidumbre en la salud y la economía, el no saber cuándo llegará del todo el día en que podrás abrazar sin daño ni culpa, el esfuerzo por mantener el control, la soledad de quienes escogimos vivir solos pero no somos solitarios, el despertar por la mañana y hacer un esfuerzo para recordar qué día es, y la pantalla perpetua como forma de seguir interactuando con los alumnos, el público, las amigas o el pequeñín de la familia, son cosas suficientes y bastantes para que yo, "miembro de una generación prescindible,/ pierda la fe en la emancipación,/ mire el techo de mi dormitorio/ y se me venga la casa/ encima", le siso estos versos a Erika Martínez.

Pronto se estudiarán las consecuencias psicológicas, sociales y en la salud de las condiciones en la que nos estamos viendo obligados a vivir. Son inéditas y de consecuencias multiformes. ¿O acaso no tienen las algaradas por el tal Hasel un componente de energía y descontento reprimido? No es la primera reacción más bien irracional que hemos visto en las calles últimamente. La realidad (o la normalidad) dislocada genera desconcierto. Un caso muy peculiar de desubicación sucede con las conferencias online. Finalizo una charla en Roma -desde casa, obviamente- y entro directamente a dar una clase a personas que están en Madrid, Cádiz y Sevilla. O trasnocho para leer en Bogotá. A la mañana siguiente, una desazón extraña toma el hogar. Estar zoombaos, llama un buen amigo a esta vivencia de sentir las neuronas pixeladas y fritas. Las recetas contra la fatiga dejan de funcionar. Lo contraproducente, insisto, es que nos repitan desde todos los extremos que no merecemos quejarnos. En tales circunstancias, los partidos políticos escogen apretar, crispar, desbarrar ante un público -la ciudadanía- cautivo. En tales circunstancias, los gobiernos dicen y se desdicen con fragor. No les quepa duda: tienen muy presente que padecemos sus embates en circunstancias límites y excepcionales. Ese es, sin duda, el verdadero experimento.

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