Lo de las aficiones, los hobbies y los entretenimientos tiene muchas lecturas y muchísimos niveles. Hay que reinventarse, descubrir nuevas pasiones, explorar nuevos campos y opciones y dedicar parte de nuestro tiempo a ese nuevo algo que nos reporta placer, nos enriquece o simplemente nos apetece y nos ayuda a pasar el tiempo. Aquí, nuevamente, el carácter determina la implicación y la manera de concebirlo. Frente a los inconstantes, menos inquietos o perezosos sin paliativos, están los otros, los que en cada cosa que empiezan, se dejan la piel, horas, dinero y lo desarrollan nivel profesional. Estos están capitaneados por mi esposo.

El descubrimiento de la afición llega por diferentes canales, a ello le sigue horas de lecturas e investigaciones por internet, algún intercambio de impresiones con amigos físicos o virtuales, para terminar los primeros días leyendo listas y recomendaciones de la OCU. A partir de ahí, no hay más, Amazon llega a casa y hace las primeras entregas, ahora, tras el ukelele, los huertos, la marcha nórdica, estamos en el momento de la pintura. Si viajamos, no hay miramientos en dar algún quiebro para adquirir las acuarelas en la tienda que indican en el blog, ni pereza al madrugar para inspirarnos con las primeras luces. Yo, me pongo algo nerviosa al descubrir que la mesa del jardín está inutilizable por las mil temperas, papeles de diversas texturas, sin descartar que próximamente descubramos técnicas que requieran caballete.

Ellos son así, mi hermana lo llama novelero, mi cuñado usa el concepto de avenate y yo lo miro con meneo de cabeza y alguna queja pero en el fondo me invade la ternura y la admiración. Admiro a esos que se entusiasman de esa manera, que se implican a fondo, que no les da pereza y se dedican. Me encanta que sea capaz de disfrutar con tantas cosas, por su parte él me debate y juega a discutirme el tomar el sol sin más y así, desde las diferencias, nos la pasamos. No pretende ser esto una crítica en absoluto, puede que sea una carta de amor, aunque no les negaré que el otro día su amigo Paco, le descubrió por encima el mundo de la pesca y de repente sentí terror, visualicé el escobero copado de cañas, pánico al imaginar la nevera con sección de cebos vivos. Esto es la versión pulida de aquellos runners que invirtieron hasta tres cifras en zapatillas en las que a los veinte días se podían plantar geranios. Pero disfrutan y al final, se trata de eso. Yo seguiré pensando en ello, tumbada al sol.

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