Análisis

Gumersindo Ruiz

"Un virus como la guerra nos separa"

Hay tres vectores de riesgo que confluyen en esta tremenda situación sanitaria. Uno es el de infección, con la variante ómicron dos veces más contagiosa que la delta, que era dos veces más contagiosa que los virus conocidos, y aunque menos dañino, ataca incluso a personas que están vacunadas. El riesgo es cambiante, pero la ciencia lo sigue y se le hace frente. Una segunda cuestión es la vulnerabilidad al riesgo, que depende de si se está vacunado; de la edad, con el deterioro de defensas; y de problemas de salud, respiratorios, corazón, cáncer, y autoinmunización. Y la tercera cuestión es la necesidad de ponerse en riesgo, ya sea por razones económicas o por motivos sociales, familiares, ocio, que también depende del carácter cuidadoso o no, prudente o intrépido de las personas. Hay quien por sus circunstancias y forma de vida necesita socializar y correr riesgos, y quien, más sosegado, hace suyas las palabras de lady Wortley Montagu: "Ningún entretenimiento es tan barato como la lectura, ni proporciona un placer tan duradero".

De aquí sacamos varias ideas. Una, que contra el riesgo de infección valen las medidas convencionales: mascarilla, distancia cuando se come y habla, se comparte un medio de transporte, higiene, y buscar lugares ventilados y abiertos. Otra, la persistencia en la vacunación como forma de debilitar al virus, aunque no el contagio: una comida de vacunados, todos negativos, y después todos positivos, es una historia conocida. Tercero, la exposición al riesgo puede reducirse si se crean alternativas de trabajo, sociales y de ocio más seguras, combinando lo presencial y virtual, y evitando temporalmente espectáculos que concentran gente como los de luces y sonido en Navidad -y de paso rebajaría el precio de la luz que depende de la magnitud de la demanda-.

Una cierta conciencia colectiva ha llevado a aceptar el fuerte coste económico de mantener la salud, pero muchos aprovechan el efecto negativo en la economía privada y pública para sembrar cizaña. En lo público, tenemos la suerte de contar por un tiempo con medios para enfrentar un problema que requiere un gasto colosal y continuo, pero el apoyo público no puede seguir financiándose con deuda sino con impuestos. Vivíamos en una normalidad que, aunque precaria, no era un cambio en casi todo cada día, pero como ahora lo normal es vivir en incertidumbre y alerta permanente, hay que dejar de pensar que la deuda, inflación y las dificultades de algunos sectores y empresas son transitorias, pues el virus no es transitorio, y poner toda nuestra voluntad en identificar, seguir, controlar y gestionar la infección, capacidad de asumirla, y apetito por el riesgo.

La jovencísima y ya famosa Amanda Gorman publica su primer libro de poemas, del que tomo algunos versos sueltos que nos hacen pensar que el virus no es el peor de nuestros males. Dice así: "Un virus como la guerra nos separa/ de nuestra propia gente/. Un virus se combate desde dentro/ y la violencia es lucha entre personas/. No triunfamos al conquistar a otros/ sino a los agentes más destructivos/, y los instintos que llevamos dentro/ de nuestras mortales formas/. El odio es un virus /, sobrevive si un humano lo acoge/. Amar puede llegar a ser/ la lucha de nuestras vidas".

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