Análisis

Cisco López

Es tiempo de...

Tras torpedear todo lo que ha olido a cariño a unos colores, ahora el club apela al corazón

Sin lugar a dudas, en el Córdoba es tiempo de unión. Siempre lo es. Más ahora que el miedo se está apoderando de un club a la deriva que camina, firme, hacia el pozo de... mejor ni nombrarlo. Lo que allí esperaría es algo que no sabe la mayoría de una cúpula directiva amiga de dar lecciones de todo tipo que, precisamente durante su mandato, se ha encargado de torpedear todo lo que ha ido oliendo a vínculo en torno a los colores blanco y verde (léase la Asociación de Futbolistas Veteranos, los Minoritarios, el propio abonado, las instituciones, la prensa...). Ahora pide lo contrario, fusión, apelando a los sentimientos, al corazón, quizás temiendo que el descalabro ponga en riesgo sus pingües beneficios.

Y se lo pide al sabio cordobesismo, ese que sabe mejor que nadie lo que conllevaría volver a penar en las catacumbas del fútbol, ese que quiere como suyo a un equipo que lo maltrata semana tras semana, ese que durante meses lleva pidiendo el cariño de los mandan sin encontrar respuesta... Un cordobesismo que ahora que vienen mal dadas vuelve a estar preparado para dejarse el alma sin esperar nada a cambio, con el único objetivo de tratar de sortear la tragedia del descenso. A ellos no hace falta mandarles ningún tipo de mensajes, basta con contentarlos con hechos. A esa afición fiel no hay que darle clases de moral, pues su amor es libre y no se esconde detrás de intereses materiales.

Quizás por eso considera que también es tiempo de inversión (lo fue hasta ayer, y desde septiembre, cuando se lesionó de gravedad Deivid, en lo que para muchos es el origen de la situación crítica actual del equipo). Pero también lo fue en verano tras ingresar una millonada en traspasos que tuvo un destino muy diferente al esperado, con las consecuencias que hoy están sobre la mesa y se reflejan en una clasificación alejadísima del sueño de Primera. Y también lo fue hace un año, cuando el ahorro en enero cercenó las opciones de volver a la élite por la vía rápida que el campeonato había puesto en bandeja de plata; dio igual, eso permitió un reparto de dividendos nunca visto que, casualidades de la vida, fue a parar casi en su totalidad (1,5 millones) al máximo accionista.

Queda claro qué es lo que importa, lo que siempre ha importado y lo que parece que en el futuro seguirá importando. Porque mientras el club busca vías de expansión que le reporten un puñado de ingresos extra, el equipo se desangra sin recibir ayuda en forma de refuerzos, y la directiva y los empleados -no estaba Emilio Vega, exprimiendo las horas del último día del mercado en su labor de director deportivo- le muestran su apoyo y piden el del que siempre ha estado a su lado. Quizás sea tiempo de... dar una patada a las palabras cargadas de demagogia y cumplir con hechos. Es el camino más corto para espantar un miedo que ya es real.

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