Yo sé que habrá hasta quien se sorprenda porque yo escriba sobre el puente que acabamos de disfrutar, por eso de que yo no trabajo, o trabajo poco, o tengo un trabajo no reconocido, como se quiera explicar, que yo parado, lo que se dice parado, nunca estoy. Eso sí, gano poco, por no decir nada, dos euros y medio para mis cosas, que la verdad es que tampoco me hace falta mucho más.

Pues en este puente hemos hecho lo que he venido haciendo desde que soy un nene, con la diferencia de que antes era todo un poco menos controlado, por no decir más salvaje. Porque es verdad una cosa, que me pongo a tirar de memoria y recuerdo lo que hacíamos cuando subíamos a la sierra por estas fechas y la verdad es que no era bonito, para nada, y sobre todo no era bueno, porque unos más y otros menos la verdad es que hacíamos mucho destrozo. Y el campo es de todos y no es de nadie, y si lo queremos disfrutar durante mucho tiempo, y que lo sigan disfrutando los más jóvenes, tenemos que ser un poquito más cuidadosos. Pero, vamos, hay que reconocer que ya no hacemos lo que hacíamos. Que subíamos con un buen cuchillo, había quien llevaba hasta hacha, y ancha es Castilla, que cogían los pinos como si los hubieran plantado ellos, con el mismo descaro. Y ya no digo nada del musgo, metros y metros, como si tal cosa, para poner verdes nuestros portales. Y eso no hay quien lo niegue, que lo he visto yo, y seguro que más gente también. Pero hay que reconocer que en estas cosas hemos cambiado, lo mismo que con las cosas de los animales, que mejor no contar todas las cosas que yo he visto de nene, que a salvajismo no nos ganaba nadie.

A mí me encantaba ir a ver los pavos al corral que montaban junto al jardín del Alpargate, allí por el Rescatado. Mis padres iban más o menos por estas fechas y regresábamos con el pavo en el maletero. Yo cuando lo mataban me tenía que ir de casa, que la que se montaba era tela marinera, que un año hasta nos salió el pavo volando y eso que ya le faltaba la cabeza, lo que yo les diga. Y me río yo de los masterchef, que cogía mi madre el pavo y sacaba comidas para dos semanas, y hasta para más. Sopas, pavo guisado, estofado, embutido, un rollo relleno, sangre encebollada, algún que otro arroz y yo no sé cuántas comidas más, que parecía que comprábamos tres pavos en vez de uno, por la manera en que lo aprovechaba. En fin, que la Navidad ya la tenemos aquí y espero que sea buena, como poco, y la disfrutemos como nos merecemos.

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