Análisis

salvador fuentes

En nombre de la libertad

Debemos aprender de las lecciones del pueblo y sus maestros y dar paso a la razónUn fracaso institucional que no es puede despachar con una carta sin autocrítica

No vamos a ocultar ahora, ni podemos olvidar nunca, la conmoción contenida de muchos días de angustia y de adiós a cientos de hombres y mujeres que han dado la vida por la libertad y la democracia en España. Aquellas imágenes quedan en la retina de todos, cuando salían de sus Ayuntamientos en féretros envueltos en los colores de su tierra.

La inmensa mayoría de este país ha expresado y sigue expresando su pena y el horror que desataron esos actos de violencia terrorista. Millones de españoles manifestaron el dolor humano y su indignación política, sin renunciar a sus convicciones ideológicas. Porque la libertad tiene que respetar los derechos humanos más elementales, si es que se quiere de verdad la libertad.

A cuantos piensan de este modo, el respeto y admiración absoluta porque coloca a los demócratas en el mismo grupo. El grupo que deberá dar cabida y paso a unas nuevas generaciones radicalmente dispuestas a no tolerar la violencia que secuestra el espíritu libre de los pueblos.

Hay que hablar. Sólo hablar y nada más que hablar, ejerciendo el derecho a expresarnos libremente y sin miedo. No se trata de hacer política por unanimidad. Se trata de debatir y muchas veces discrepar sin complejos. Pero la moderación y el sentido común son incompatibles con la descalificación, la posesión de la verdad absoluta y el pensamiento único.

Decía Azaña que "el carácter español transforma los problemas en tormentas de pasión" y añadía que ese carácter impregnaba de "una violencia peculiar a todas las facetas de la vida". Desgraciadamente tenemos el deber de aprender de las lecciones del pueblo y sus maestros y dar paso a la razón y al debate sosegado que mueve el interés general y la defensa de la libertad para apartar esa violencia peculiar de la que hablaba Azaña. Todo lo que no sea eso, será repetir episodios como el del pasado Pleno municipal donde no hubo acuerdo ni debate para aprobar una declaración institucional o, en su caso, moción urgente sobre Miguel Ángel Blanco y el espíritu de Ermua.

Un Pleno para olvidar y, sobre todo, para aprender y no repetir el despropósito de un fracaso institucional en toda regla, que no se puede despachar con una carta a los cordobeses sin la más mínima autocrítica a tanta equidistancia irresponsable de un partido que es hoy gobierno en Córdoba y ha sido gobierno de España.

Además del arrepentimiento, de unos más que de otros, por tamaña lección de impostura democrática, todos sin excepción tenemos que hacer un juicio severo de nuestras conductas para que no vuelva a ocurrir. En el nombre de la libertad y la memoria de todos los que dieron su vida por ella. Se lo debemos.

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