Análisis

manuel campo vidal

Algo se mueve en el fortín de putin

Son movimientos de grandes masas a mínima velocidad. Como los trasatlánticos al atracar, que avanzan a velocidad de centímetros por hora", explican los profesores de Física. Un ejemplo equivalente sería Rusia. Son movimientos a velocidad ínfima pero algo se desplaza. En el aparente témpano de hielo ruso pasan cosas como éstas: docenas de concejales del área de Moscú y de San Petersburgo firmaron un escrito en favor de que se pare la guerra y de que dimita Putin. En paralelo, el búnker comunista le ha pedido más movilización en Ucrania para acabar con Zelensky. Y el jueves pasado, Putin apreció una cierta distancia en el líder chino Xi Jimping y tuvo que concederle una frase reveladora: "Comprendemos vuestras preguntas y preocupaciones". Todo esto es aún poco trascendente, pero no existía antes. Algo se mueve lentamente en contraste con la velocidad con la que en Occidente crece la inflación, el temor a una guerra de dos años y la montaña de un invierno con riesgo de calefacción insuficiente. Así está la caldera del mundo.

El asunto de fondo es que Ucrania no se rendirá y que Rusia no puede aceptar su derrota. A ver cómo se sale de ahí, conversábamos con Josep Borrell. EEUU está cómodamente instalado en este conflicto vendiendo gas caro, fabricando armas y reforzando posiciones territoriales con la ampliación de la OTAN a países fronterizos como Finlandia y Suecia. Europa paga la factura de mayor inversión militar, inflación disparada y crisis energética. Rusia pierde a jóvenes formados que prefieren emigrar, denunciaban los concejales, dolidos porque "ahora el país es más temido y odiado en el mundo". Todo eso es cierto y genera algún movimiento, aunque demasiado lento.

Entretanto en Europa pueden cambiar gobiernos. En Suecia, aunque ganó el Partido Socialdemócrata, la ultraderecha se hará fuerte. En Italia puede pasar lo mismo. En España Pedro Sánchez ha recuperado oxígeno porque "en junio estábamos bajos", reconocen fuentes de Moncloa. Parece que la pugna con el PP va por meses de avances y retrocesos. Como el frente en Ucrania. Cualquier error impacta en una opinión pública que las condiciones de vida difíciles sensibiliza al máximo.

Camino a unas elecciones generales que tocan en noviembre del 23 y que Sánchez tratará de llevar a enero del 24, está la meta volante de mayo con municipales y autonómicas en 12 comunidades. Tradicionalmente, quien gana las municipales gana las legislativas -y los socialistas aspiran a ganar en ayuntamientos y diputaciones otra vez- pero lo tienen difícil. Las encuestas suben y bajan pero lo que importa es radio calle, como dice Miguel Ángel Revilla. Y ahora la calle, según va radiando, está alterada por los precios, preocupada por la guerra, desconfiada de la capacidad de sus dirigentes, tanto del gobierno como de la oposición, que tropieza en contradicciones. Pero pasar, de momento no ha pasado nada grave cuando en todos los países se anunciaban movilizaciones por el malestar. ¿Dónde está el milagro? Pues, en parte, en las medidas sociales de reducción de costes. Lo malo es que todo es a crédito y con la deuda disparada. De ahí que la UE mire hacia las empresas energéticas y los bancos. Hay que pagar el desatino que vivimos.

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