El WhatsApp ha inundado nuestro espacio laboral, avalado por la comodidad y la prontitud con la que los trabajadores o compañeros contestan al requerimiento que sea y estén haciendo lo que estén haciendo en ese momento. Sin importar si están en la hora del desayuno o directamente si ya se encuentran fuera de jornada de ocho horas estipulada por la ley. Aunque estés con tu pareja, tus hijos, tus padres o disfrutando de ese viaje que llevas todo el año esperando, el trabajo siempre irá contigo sin poder evitarlo gracias a la tiranía del 'en línea'. Da igual lo que planees, da igual que te conciencies de que estás en modo vacaciones, porque en algún momento de ese tiempo que es solo tuyo alguien se atreverá a molestarte (aunque en ocasiones lo haga hasta sin querer). Esta no desconexión, esta especie de interruptus de la que debería ser tu vida personal es solo culpa nuestra. Hemos diluido la frontera de lo estrictamente privado hasta tales límites que etiquetamos nuestras ubicaciones en las redes sociales, pedimos referencias para todo en ese gran ideario online donde participa de tu vida, desde tus hermanos o tus primos, al vecino del tercero al que solo has saludado, quizás y, tirando muy por lo alto, una vez en tu vida.

Por nuestra culpa, por nuestra culpa, por nuestra gran culpa nuestros jefes o clientes se cuelan en nuestro teléfono móvil, haciendo intetcalar las conversaciones de amigos y familiares con las peticiones que "son urgentes" y que antes (bendito tiempo aquel) se redactaban en un informe ordenado o en un correo electrónico con todos los responsables en copia. También las convocatorias de prensa o la publicidad han entrado sin permiso por la rendija abierta y alegal que deja esta aplicación omnipresente que nos ha robado nuestro derecho al tiempo de desconexión. De manera que aquello que te quiso decir tu madre a media mañana: "A tu hermano lo han ingresado", o tus compañeras de piso: "Te toca la bombona" o tus amigas: "Quedamos a las 10" se queda en los puestos más bajos de la tabla, rozando el descenso a una clarísima peor división. La del inframundo informativo al que nunca se llega por falta de tiempo y a la que justo después de haber cumplido con tu jornada no accedes porque no está en posición de prioridad. Así que hay que hacer un sobreesfuerzo para estar al día con tu propia vida y no quedar como una descastada cuando algún ser querido te habla y no recibe respuesta en días.

Decía Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay, que el dinero no es dinero sino tiempo de vida invertido para ganar ese dinero, o lo que es lo mismo tiempo personal convertido en laboral. Dadas las circunstancias que alguien me cuente si esta diferenciación actual es fiel reflejo de su sueldo. Dichosos aquellos.

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