La visita de los Reyes a Cuba era una necesidad. Pocas gentes son para nosotros tan entrañables, y nosotros para ellos, como los cubanos. Como siempre, encuentros tan hermosos se han intentado enturbiar con ideas enrevesadas sobre la oportunidad o no de las relaciones con un régimen autoritario, pero también corrieron bulos en la precampaña electoral sobre cómo nos penalizaba Estados Unidos con los aranceles por supuestas actitudes condescendientes ante Venezuela.

Empresas españolas sufren la presión del presidente de Estados Unidos al resucitar la Ley Helms-Burton, que permite a cubanos norteamericanos demandar a empresas españolas por sus negocios hoteleros en propiedades que les fueron expropiadas tras la revolución. No son sólo españolas, pues junto a Meliá se incluye a Booking y Expedia, Trivago, Hotels.com, Orbitz y Travelocity. Las familias Mata, Cantero, Angulo Cuevas activan en Miami las denuncias que ya fueron archivadas por un juzgado de Palma de Mallorca. Qué contraste con el impulso que Obama dio al turismo en Cuba durante su mandato; pero Trump es un empresario hotelero, que pretendía entrar en el país, y al que no le gusta que otros ocupen su lugar.

La visita y los discursos han sido un ejemplo de diplomacia, hablando claramente de la "evolución, adaptación, cambio" de Cuba hacia una democracia formal, pero sin injerencias externas. La transformación de Cuba es larga y dolorosa; recuerdo que mi amigo Pedro Pérez Fernández, tan apreciado en Cuba por su papel en relación con la cuota de azúcar, me decía que las expectativas de un cambio rápido en el país no tenían mucho fundamento, porque no era ese el sentir de las autoridades. Muchas veces las cosas no son como uno quisiera, y hay que trabajar en lo que es posible; esto es lo que han hecho los empresarios españoles de la hostelería, entre otros, acompañando -palabra repetida en la visita- con mejoras económica la transición hacia una sociedad democrática.

Cuando Colón llegó a lo que hoy es Cuba iba buscando las fascinantes ciudades áureas descritas en los libros sobre el Catay, y descubrió una tierra que, como describió en su libro de bitácora, era de singular belleza y naturaleza apacible, y sus habitantes, que no vivían en palacios de tejas de oro, sino en rústicos bohíos construidos de palmas, seguían un ritmo de vida paradisíaco; eran gente -decía- "muy sin mal ni de guerra". Es imposible referirse a todas nuestras circunstancias conflictivas y mutuamente enriquecedoras desde entonces, pero ahora, al celebrarse el 500 aniversario de la ciudad de La Habana, abro al azar el facsímil de la revista Orígenes, que se publicó en un período duro para Cuba y para España, entre 1944 y 1956, y encuentro a los andaluces Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Altolaguirre, Aleixandre, María Zambrano, o el navarro Ángel Gaztelu, entre muchos otros que produjeron en Cuba este fenómeno cultural extraordinario, dirigido por el cubano José Lezama Lima, cuya obra Paradiso es para la literatura española lo que el Ulises de Joyce es para la irlandesa. De muchas otras cosas tendríamos que hablar, ignorando la mezquindad norteamericana y la que aquí dentro trata siempre de encontrar un problema a iniciativas y gestos, aunque parezcan que no dan resultados.

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