Podemos hacer cuatro grupos con las personas que de verdad han contribuido a que el movimiento ecológico tenga hoy, con todas sus contradicciones, fuerza y carácter general. El más importante es, sin duda, el de científicos que han investigado el cambio climático estableciendo la relación entre las emisiones de dióxido de carbono y el clima, de lo que fue pionero Charles Keeling, y posteriormente James Hansen. La prueba de una concentración de emisiones mayor que en cualquier época histórica, más allá de las causas naturales a que se aferraban los "negacionistas", la dio Hans Oeschger tomando muestras en hielo prehistórico.

Un segundo grupo es el de economistas que vieron el coste de los desastres ambientales, como Nicholas Stern en su famoso informe, y William Nordahus, que diseñó un esquema de impuestos para reducir la contaminación, desarrollado por el profesor González Fajardo en su tesis doctoral; y también, entre nosotros, el profesor Armando Villamil sigue trabajando incansablemente en este tema desde hace más de 40 años. El danés Bjorn Lomborg negó el cambio de forma sensacionalista, y luego pasó a defender inversiones multimillonarias para corregirlo; en una línea similar, pero más coherente, trabaja el influyente surcoreano Hoesung Lee. Un tercer grupo es el de los activistas destacados como Al Gore, premio Nobel de la Paz, y desde Naciones Unidas Ban Ki-moon, que lo puso en la agenda de la organización; Patricia Espinosa, relacionándolo con el desarrollo sostenible; Christiana Figueres, llevándolo a compromisos formales; y Greta Thumberg, que tiene, con su ingenuidad, un tirón que pocas han conseguido. En un cuarto grupo pienso en políticos, y sólo se me ocurren los que desde la Comisión Europea han impulsado nuestro avanzado cuerpo normativo medio ambiente con la dificultad de su trasposición nacional, y cumplimiento por la administración pública y las empresas. E individualmente, como política activa, Ángela Merkel, y en España Cristina Narbona, en el análisis y la praxis política.

Los medios de comunicación especializados en economía han ido adaptándose sin mucha convicción, según veían la sensibilidad ecológica, e incluso una revista como The Economist defendió y popularizó las ideas de Bjorn Lomborg, a las que se aferraron también la mayoría de los políticos y partidos conservadores. En mi juventud, sólo conseguí que me publicaran un trabajo con el título: "El socialismo ecologizado", en la revista Mientras Tanto, que dirigía Manuel Sacristán; título poco afortunado en el adjetivo, pero que cruzaba el pensamiento ecológico con el social, económico y político. Como en todo, hay mucho oportunismo y farsa en los que se apuntan al medio ambiente y a la sostenibilidad -cuando ya tiene poco remedio-, y que se aborda superficialmente en la llamada "inversión sostenible green-washing", con un lavado de cara medioambiental, de responsabilidad social, y buen gobierno, para conseguir votos o imagen de marca. Da un poco de vergüenza ajena ver las cosas que se dicen por parte de personas cuyo comportamiento político, social, intelectual, ha estado hasta hace nada completamente alejado de esta sensibilidad, han hecho chistes sobre los ecologistas, y los han ridiculizado cada vez que han tenido ocasión.

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