Visto y Oído
John Amos
Tribuna Económica
El índice PMI (Purchasing Manager’s Index) es un indicador macroeconómico que proporciona una idea clara respecto al futuro de las empresas, los motores de la economía. Así, su nivel refleja la situación económica de un país o zona basándose en los datos reales recabados mensualmente mediante una encuesta a los gestores de compras de las diferentes empresas. Pues bien, el de agosto indica que la eurozona entrará en contracción en el tercer trimestre. La mala salud de Alemania es la responsable.
Si el PMI se sitúa por encima de 50 indica que la economía en expansión; si marca un nivel inferior, en contracción; y si desciende por debajo de 42, señala una recesión a la vista. Usualmente se miden dos PMI, el de las empresas manufactureras y el de las empresas de servicios. Conjuntamente, determinan el PMI compuesto.
En agosto, el PMI compuesto de la Eurozona se ha situado en 47 puntos, frente a los 48,6 del mes anterior. El sector manufacturero ha repuntado algo (ha pasado de 42,7 a 43,7), pero no ha sido suficiente para compensar el descenso del PMI del sector servicios –el que ha sosteniendo la actividad económica los últimos trimestres–, que ha marcado un nivel de 48,3 frente al 50,9 de julio, su peor dato desde hace dos años y medio.
La gran culpable de estos resultados es Alemania. El deterioro que viene mostrando su sector industrial ha venido siendo salvado por su sector servicios. Ahora, la mejora del primero (38,8 frente a 39,1 de julio) no evita que el PMI compuesto alemán caiga de 48,5 a 44,7: el PMI de servicios alemán se ha desplomado hasta los 47,3 frente al 52,3 previo. La economía alemana, que tradicionalmente ha sido motor de la Eurozona, está enferma. Y, de seguro, contagiará al resto de los países europeos.
Esto, además, complica enormemente la labor del Banco Central Europeo. El enfriamiento de la economía alemana debería, en principio, conducir al cese de nuevas subidas de tipos de interés. Pero, simultáneamente, el BCE tiene que enfrentarse a la inflación, que no cede: el deterioro económico de la Eurozona, y fundamentalmente el alemán, no consigue relajar las presiones alcistas en los precios, en especial las derivadas de los costes salariales.
La inflación de la Eurozona sigue muy alta. El IPC interanual de julio se situó en el 5,3%, dos décimas menor a la lectura anterior. Además, la subyacente, se mantuvo en el 5,5%, y la específica de los servicios, en un 5,6%. Son niveles aún muy lejanos del objetivo principal del BCE. Recordemos que la misión del banco central es garantizar la estabilidad de los precios, habiendo fijado como meta una inflación alrededor del 2% a medio plazo.
El aterrizaje suave que ha ido persiguiendo el BCE, intentando contener la inflación sin caer en recesión, se complica. La preocupación se centra en la inflación del sector servicios, donde impacta de forma sustancial los costes salariales. De hecho, la presidenta, Christine Lagarde, advirtió en la última reunión que están vigilando muy de cerca la evolución de los salarios. En septiembre, ante la decisión de una nueva subida de tipos, se les presenta un tremendo dilema: ¿inflación o contracción?
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