Con la gran incertidumbre sanitaria, hay empresas que se plantean si su problema es temporal o permanente, de liquidez o solvencia, y si la preservación de su capital humano es un paréntesis, o abocará definitivamente a despidos. El nuevo sistema público de protección de empresas y sus trabajadores, aún con financiación ilimitada y un formidable programa de gasto e inversiones, terminará dejando a un lado a empresas que ni con apoyos resultan viables.

Sin embargo, hay muchos negocios que pueden encontrar un equilibrio, aunque sea a un nivel inferior al que tenían. Entre los factores de coste, los alquileres han de bajar, y la expectativa de un 6% de rentabilidad de un inmueble hay que compararla con un tipo de interés de la deuda pública a diez años de un 0,2%. La organización y los sistemas han de ganar mucho en eficiencia, y aun así puede que siga requiriendo apoyo público mantener el personal. En cuanto a liquidez, es factible que haya financiación a tipo cero, pues las entidades financieras acceden a recursos a tipos negativos. El coste de las materias primas y la energía debería bajar por la apreciación del euro, que llegará a cambiarse a 1,20 dólares; y aunque encarezca las exportaciones hay que acostumbrar a nuestros clientes extranjeros a pagar las cosas por lo que valen. Por el contrario, los precios en España pueden cerrar este año en -0,1%, lo cual no es bueno para las empresas, pero sí un apoyo a la demanda de consumo. En cuanto a los impuestos, la recaudación del IVA aumenta o disminuye con la actividad, por lo que en principio debería ser neutra; y el de sociedades va contra beneficios, y depende de lo bien o mal que le vaya a la empresa. Otra cosa son las tasas y cargas locales que se soportan, haya mucha o ninguna actividad.

Un cierto pensamiento económico, cada vez más en desuso, ha considerado que la desaparición de empresas como consecuencia de una crisis abre la vía a nuevas empresas más competitivas, diferenciadas de los negocios tradicionales -"destrucción creativa", le llamaba Joseph A. Schumpeter, teórico del empresario y la empresa innovadora-. Pero estas ideas son falsas, y las industrias que cerramos en España porque no encajaban en la competencia internacional no han dado paso a otras tecnológicamente más avanzadas, ni sus trabajadores se incorporaron a una nueva economía. E igual puede decirse con otros argumentos de dar facilidades a sectores, capitales y rentas muy altas, esperando algo nuevo, un efecto de inversión e innovación productiva que nunca se produce.

Un compañero de partida, poco afortunado al intentar meter la bola en el hoyo, me decía: "Es que para embocar hay que creérselo, y yo soy poco positivo". Estaba hablando de meter una bola a menos de un par de metros, lo que no es difícil con cierta concentración y confianza, pero si nos vamos a diez o quince metros, la probabilidad de fallar -incluso para un profesional- es elevada. Pienso que hay todavía muchas empresas en dificultades que tienen que creérselo, porque juegan dentro de los límites de lo posible; sin embargo, hay otras que están cada vez más lejos de una solución en casi cualquier escenario que pueda darse, y necesitarían un cambio o transformación radical de su negocio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios