Análisis

rogelio rodríguez

Al más alto precio

El Gobierno de coalición, legítimo y legal, es fruto de unos pactos manchados de felonía

Mario Benedetti alertaba de dos peligros en política: "La derecha cuando es diestra y la izquierda cuando es siniestra". Estamos en ello. En las próximas horas se constituirá el multitudinario primer Gobierno de coalición, que es legítimo y legal, pero también y sobre todo es fruto de unos pactos manchados de felonía. El régimen del 78, el sistema del perdón y del consenso, de las libertades y la convivencia, el que superó arremetidas tan graves como el golpe del 23-F y el terror de ETA, ha caído en manos de pirómanos. Lo llevan en volandas dos izquierdas desafiantes y contrapuestas sometidas a la extorsión secesionista, un presidente versado en la impostura que soporta intolerables humillaciones con tal de serlo, y unos partidos de derechas, refractarios entre sí, que van de salvapatrias mientras purgan culpas y se disputan el liderazgo en una coalición apocalíptica. Regresa lo que el viento de la democracia se llevó. He aquí, otra vez, los Instigadores de las dos Españas. Y he aquí el pueblo fatigoso y defraudado, predispuesto a la vehemencia y la ignorancia.

Cuarenta y cuatro años después de la muerte de Franco y 37 de la primera gran victoria electoral del verdadero PSOE, los socialistas, liderados por un político aventurero y jactancioso, han encontrado en los comunistas antisistema que aglutina Podemos y en las fuerzas independen-tistas catalanas y vascas los socios ideales para mantenerse en el poder con el pretexto de ini-ciar la supuesta regeneración política, social y económica. Y, en su viaje al abismo, han descubierto por ensalmo que hay más fascistas que entonces, una turbiedad mental que utilizan para descalificar a todo aquel que no comparta una manera de obrar que descabala el orden constitucional y golpea al Estado de derecho en su línea de flotación. Un socialismo que ha renegado de su identidad socialdemócrata, que practica el contrabando ideológico, y enmudece ante las proclamas de su jefe de filas para que la política sustituya a la justicia. Nadie, en democracia, puede estar por encima de la ley. "Y si lo hubiera -dijo hace poco Felipe González-, cesaría nuestra condición de ciudadanos libres".

Y, sin embargo, todos callan. Calla González, vuelve a estar callado Alfonso Guerra, calla Susana Díaz, tan pródiga en mítines antipodemitas, callan los barones que abjuraban de un Ejecutivo reo del nacionalismo independentista, y calla esa vieja guardia, como José Bono, que se desgañitaba en los platós contra cualquier tipo de acuerdo con la formación de Pablo Iglesias, con los golpistas catalanes o con los separatistas vascos. Y lo que es aún más degradante: el abyecto silencio del hoy presidente Sánchez y de toda la bancada socialista ante la portavoz bildutarra que reivindicó sus ilegales objetivos alumbrando, de paso, la memoria de los 854 asesinados por ETA, muchos de ellos militantes del PSOE. Presidente a cualquier precio, con los votos de los que acusan a España de Estado opresor.

Hay Gobierno y días de jubileo, pero ya lo apuntó el Rey: "El dolor viene después". No hay futuro sin moral. El tiempo dirá.

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