El acuerdo de Navidad sobre el Brexit ha sido un alivio, más que una alegría, para la Unión Europea (UE). Una elección entre lo malo y lo peor. Se ha evitado lo peor: el caos económico y social de un Brexit sin acuerdo. La percepción de la bondad del acuerdo es asimétrica. Boris Johnson lo ha vendido como un regalo de Navidad. El acuerdo implica el rescate de la soberanía legislativa y el nacimiento de la mayor área de libre comercio de la historia. El Reino Unido ha conseguido su sueño histórico: disfrutar de los beneficios del Mercado Único, sin perder su libertad y soberanía y sin tener que plegarse a las reglas y a la burocracia de la UE. No obstante, soberanía y poder en tiempos de globalización no son equivalentes. Es la dimensión la que determina el poder. La visión de Michel Barnier es más realista: "No hay ganadores en el acuerdo, todos perdemos. El que más pierde es el Reino Unido". El Brexit es un acuerdo entre perdedores, en el que el objetivo de la UE es minimizar las pérdidas en términos económicos y de bienestar ciudadano y asegurar una buena relación como socios en el futuro. El acuerdo es un buen pacto. Un acuerdo aceptable para un divorcio de un matrimonio mal avenido .

Para el Reino Unido la bondad del acuerdo se sustancia en haber logrado una relación de libre comercio, sin aranceles y sin cuotas y sin perdida de su soberanía legislativa. Para la UE la aceptabilidad reside en la configuración de un área de libre comercio, complementada con estándares, niveles mínimos de calidad y reglas de juegos comunes que garanticen una competencia justa. Éste ha sido el principal escollo y el tema central de las negociaciones : lograr un marco de competencia justa en el comercio de bienes y servicios. La UE pretendía imponer su reglas de juego relacionadas con subvenciones públicas , normas medioambientales, laborales y de seguridad. El Reino Unido por el contrario quería recuperar su soberanía legislativa rechazando el sometimiento a las normas y reglas de juego de Bruselas.

Al final se ha conseguido un equilibrio en el que ambas partes mantienen una soberanía condicionada y simétrica. El punto de partida son las actuales normas compartidas por ambos, nivel mínimo sometido a una "cláusula de no regresión" o retrocesión. En el futuro ambos socios tendrán libertad regulatoria, limitada a que las nuevas normas no perjudiquen a los intereses del otro socio. Para la gobernanza y vigilancia del fiel cumplimiento de lo pactado se crea el Consejo de la Asociación que estará asistido por comisiones sectoriales y un Tribunal de arbitraje compuesto por expertos independientes que dirimirán las disputas por incumplimientos. Sus pronunciamientos serán vinculantes para ambos socios.

El acuerdo alcanzado para los bienes no se ha podido extender, por ahora, a los servicios, en perjuicio del Reino Unido, dado su gran peso sobre su PIB. Especialmente los servicios financieros, cuya negociación ha quedado pospuesta. El Brexit es un proceso dinámico que seguirá siendo una preocupación para la UE, aunque no una pesadilla como hasta ahora. El riesgo es que otros socios se animen a seguir el camino en solitario del Reino Unido.

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