Vamos a ver, esto no ha sido el veranillo de San Miguel, como se ha dicho de toda la vida, esto ha sido y está siendo un señor verano en toda regla, pero total, con todas sus cositas y todas sus historias. Un don verano, vamos, que como siga así nos vemos tomando el turrón en helado, que por cierto bien bueno que está. Yo no sé si esto será lo normal o es una cosa rara, pero lo cierto es que estamos pasando tela de calor, pero a espuertas, que puede ser el septiembre más caluroso que yo recuerde. Aunque también es verdad que con las temperaturas no tenemos memoria y todos los años decimos lo mismo, que también puede ser, porque si no estaríamos ya por los sesenta grados y la verdad es que no hemos llegado. La verdad es que siempre protestamos lo que tenemos, que todavía me acuerdo de cuando estábamos en julio y nos dolía la boca de todas las veces que dijimos que queríamos que llegase el calor, y cuando llegó, porque siempre llega, a los dos días ya estábamos hartos. Y es que somos así, como los chiquillos pequeños, que siempre queremos lo que no tenemos, o eso me parece a mí.

De cualquier manera, yo ya empiezo a estar muy harto de esta calor, sobre todo porque se acortan los días y me confunde mucho esa sensación de tener días con la luz del invierno y la temperatura del verano, que es como si la cosa no fuese como debiera, y no sé si me estoy explicando. Cosas mías, que a lo mejor son cosas de más gente, cualquiera sabe.

Ayer, por ejemplo, teníamos previsto un perolete en la parcela de un amigo, cerca de Alcolea, y lo hemos tenido que dejar para otro día porque nos iba a hacer demasiada calor, sobre todo al mediodía. Y es que cuando menos lo esperemos está aquí ya San Rafael y los peroles y las castañas, y así nada de eso pega. Lo que me gustaba comprar castañas cuando iba a El Arcángel, al verdadero, en uno de aquellos quiosquitos con forma de tren. Me volvía loco, sobre todo si era ya entrado bien el invierno y hacía frío, me calentaba con ese cartucho de papel de periódico tan calentito, que además duraba un buen rato. Y es que muchas veces las cosas buenas de la vida no tienen porqué ser caras, que a veces son hasta gratis. Cada vez menos, porque nos hemos acostumbrado a que todo tenga un precio, y mientras más alto más buenas nos creemos que son. Eso pasa hasta con los jugadores de fútbol, y mejor no mirar hacia los nuestros vaya que nos quedemos bizcos. En fin, que ya nos hartaremos de frío, que sí, pero que nos venga un adelanto, pequeñito aunque sea.

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