En un país donde cualquier éxito deportivo era de chiripa y se festejaba como nunca, el gran mérito del fallecido tenista Manolo Santana, tan arraigado en Marbella, es haber sido el primer deportista español individual que se convierte en reconocido personaje internacional. La televisión pionera contribuyó así a que se siguieran sus evoluciones y el tenis comenzara a dejar de ser una disciplina elitista (lo seguiría siendo unas décadas más). En los planes residenciales comenzaban a dejarse parcelas para crear instalaciones de tierra batida, que siempre quedaban muy molonas en las maquetas.

Santana permitió que los espectadores de TVE de los 60 conocieran los términos "set", "ace" o "deuce" y eso contibuía a ventilar la ventana del televisor: todo lo que fuera asomarse más allá de España eran unos centímetros ganados a la modernidad. Con el Real Madrid muchos españoles comenzaron a salir del país no sólo para emigrar y con Santana se sentaban al lado de los hijos de la pérfida Albión para contemplar los partidos de Wimbledon.

En 1965 eran aún complicadas las conexiones con Australia y los sorprendidos espectadores de TVE siguieron la final de la Copa Davis en diferido. Ya por entonces Juan José Castillo, y sus célebres "entró, entró", era el didáctico narrador de las retransmisiones de la raqueta. A los emigrantes españoles de allá que iban a asistir en vivo hubo que explicales como en el colegio cuándo debían o no aplaudir y animar. Ya en 1967, en la segunda final jugada por España, todos estaban más habituados a las singularidades del juego. En aquella ocasión los espectadores de TVE pudieron seguir de madrugada las evoluciones de unos encuentros con carácter de proeza. No pudo ser, se lamentaba como siempre Castillo, narrador del tenis hasta finales de los 80, cuando entró en acción Matías Prats en la era de los Sánchez Vicario.

El tenis en España es lo que es por el empuje televisivo de Santana (sugerencia, en Movistar +, Leyenda Santana) y de su tocayo granadino Orantes.

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