Hay palabras que el hombre ha afilado de forma imprudente y estúpida en la piedra de las tradiciones más rancias para seguir aplicándoselas a cargos públicos salidos de las urnas en unas elecciones. No tuvo en cuenta el peligro de esas cuchillas dobles y la mutilación que ha traído consigo el tajo ha sido descomunal. No tienen ningún sentido en esta época. No parece que haya muchos acreedores con los merecimientos suficientes para adjudicárselas.

Dos de esas palabras son excelentísimo y honorable. Piensen en alguien a quien conozcan al que su cargo le otorga automáticamente la licencia para ser llamado con el primer tratamiento. Un alcalde cualquiera; el de su ciudad o de su pueblo, por ejemplo, o el de cualquier otra localidad española, da igual una capital que una pedanía. O a otro que ya lo fue. Busque en el diccionario de la RAE la palabra excelentísimo. Y después busque excelencia. ¿Ya las ha leído? Ahora vuelva a pensar por un momento en ese alcalde.

Regrese al diccionario y busque honorable. ¿Ha visto el significado? En Cataluña, el presidente de la Generalitat tiene el tratamiento de Molt Honorable Senyor (Muy Honorable Señor). No estoy pensando en Torra. Estoy pensando en Pujol. Era muy frecuente en los medios de comunicación cuando estaba en la cúspide visible del poder referirse a él como el "Honorable Pujol". Con sus sucesores ya no se usó tanto esa etiqueta. Sólo la había exhibido quien le precedió en el cargo, Tarradellas.

Esa cada vez más en entredicho honorabilidad de Pujol -¿intachable en los tiempos en los que comercializó la pomada Neo-Bacitrin, muchos años antes de que dijera "yo en Cataluña soy algo más"?- ya no se la cree apenas nadie después de que el juez de la Audiencia Nacional José Manuel de la Mata haya tirado de otras dos palabras, muy rotundas, para definir las actividades a las que el ex president y toda su familia se han dedicado durante décadas para amasar un patrimonio "desmedido" y por las que considera que deben sentarse en el banquillo: organización criminal. Son exactamente las mismas que utilizaron fuentes de la Guardia Civil para informar de la naturaleza y las características del clan de los Lanas, una peligrosa banda de narcotraficantes contra la que hubo una operación el jueves en varias provincias andaluzas.

El protocolo, tan del gusto de quienes profesan afición por lo reverencial, la pompa y el boato, es la mayoría de las veces engañoso. Arcaicas costumbres provenientes de la noche de los tiempos basadas en el ditirambo -de otra forma no se entiende que se trate como excelentísimos a ciertos individuos- empujan a ir mucho más allá de simples y elementales normas de cortesía y respeto que se cumplirían a la perfección con un sobrio señor presidente o señor alcalde. Las urnas no dan la honorabilidad ni la excelencia. Tenemos constancia de que de ellas han salido granujas. Desgraciadamente lo seguirán haciendo. Para descubrirlos están -entre otros- magistrados como De la Mata, recorriendo quizá la senda que dejó marcada Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema de Estados Unidos entre 1916 y 1939, cuando dijo: "Debemos elegir. Puede haber democracia o puede haber riqueza concentrada en las manos de unos cuantos, pero no puede haber ambas".

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