Cada vez hay más actividades para que los niños, en sus dilatadas vacaciones, empleen su tiempo en algo productivo (o entretenido) mientras sus padres disfrutan de una maravillosa jornada laboral. Un universo de actividades lúdicas se abre ante los ojos de unos preocupados padres que no saben qué hacer con sus retoños.

Algunos se decantan por unas vacaciones formativas y apuntan a sus criaturas a campus en los que el idioma, la música o el refuerzo de asignaturas son la tónica dominante. Otros envían a sus hijos de campamento para que convivan con la naturaleza y disfruten de actividades al aire libre. Ambas opciones son su salvavidas estival, sobre todo si no tienen abuelos a los que recurrir o deciden darles descanso.

Pero, sobre todo, todos los progenitores coinciden en que las actividades veraniegas resultan muy positivas y beneficiosas para los críos. Hacen amigos, refuerzan su autoestima, aprenden a valerse por sí mismos, y empiezan a ser más independientes de papá y mamá. Aunque a veces sean papá y mamá los que terminen por aprender a dejar volar a sus retoños.

Servidora, que fue niña de campamento, estará eternamente agradecida a papá y mamá por dejarme vivir la experiencia. Por invitarme a descubrir lo divertido que puede llegar a ser dormir en una tienda de campaña, cazar gamusinos y seguir creyendo en ellos de adulta, hacer amigos para toda la vida en sólo una semana y perder el miedo a tirarme de cabeza. Por eso, no puedo más que apoyar a esos padres y estudios que dicen sobre el papel lo que una vivió en sus carnes.

Para ser sincera, y de eso los estudios no hablan, es que los verdaderos beneficios son para los monitores de esos niños. Sobre todo si se hace por amor al arte y el que juega con ellos se convierte en un niño más y, durante una semana, olvida que, de lunes a viernes, su vida es gris y anodina. Ser por unos días ese faro al que los pequeños toman como guía implica dejarse la piel, creer que estás en la selva, dormir cuatro horas y nunca tener sueño, rescatar tu lado infantil y comer lentejas con una amplia sonrisa mientras 25 criaturas te observan divertidos porque saben que no te gustan. Eso vale más que todos los estudios o padres preocupados del universo porque tú, con tu disfraz de troglodita, has hecho que para 25 renacuajos este verano sea inolvidable y tú con eso ya eres feliz para lo que queda de año.

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