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Los dos especiales de Laura y sus misterios, el segundo reencuentro con Laura Lebrel, el personaje de María Pujalte, nos lleva a la ficción clásica con aspecto actual. Una serie procedimental detectivesca, a modo de novela filmada, donde el espectador se suma indagando en el crimen por resolver.
Es el estilo de aquellos detectives de los 70, Sherlock con gabardina como Colombo, revisando el estilo Agatha Christie y que tuvo su sublimación en la prolongada presencia de Angela Lansbury y sus crímenes escritos que parecían diezmar la población estadounidense.
Laura y sus misterios traza esas premisas y convierte a cada personaje en sospechoso acumulando dramas y oscuridades que parecen iluminarse con comedia cuando aparece la protagonista y los suyos.
A los espectadores que no son aficionados a la novela negra les puede chirriar los contextos de Laura y sus misterios. En realidad son pasatiempos misteriosos de adivinanzas en forma de episodio, con mucho tono de comedia para endulzar todo lo acre que tienen los asesinatos. Pujalte, como sucedió con Lansbury, puede llevarse investigando una eternidad.
La audiencia actual, conservadora, mayor y llena de hábitos (así es la comunidad de la TDT) recibe con agrado este tipo de series y TVE, como cadena pública, justifica su producción y su potencial exportación. Hay muchas series delicatessen por las plataformas que tienen un visionado exigente, Laura aporta la complejidad teatral justa para ser transversal y desenfadada en sus conceptos. A eso lo llaman televisión generalista, lo que nunca deben dejar de lado nuestras cadenas de siempre.
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