Análisis

Tacho Rufino

Jergas tan poco inclusivas

El uso continuo de ciertos términos tan neológicos como vacuos parece conferir carácter experto al que los chamullaLa jerga adolescente es reductiva, pero fresca; la 'politicona' espanta a los ciudadanos de a pie

Ya bastante pureta, el profesor enfila la facultad para enfrentarse al reto coronavírico de dar la primera clase dual de su historia docente: en misa y repicando; el cuerpo aquí, el alma on line. Tras toda una treintena, todavía conserva alguna capacidad de ilusionarse por los desafíos laborales, y en este año infausto el verdadero reto es sobrevivir a las tecnologías post pandemia: plataformas on line, grupos virtuales, tetris de dispositivos viejos y también recién comprados con una fenomenal y repentina inversión de dudosa amortización técnica. Todo ello, en paralelo a los métodos tradicionales, la tiza que chirría y la temperatura del aire acondicionado, aunque frente a una audiencia demediada, embozada y dispuesta en equidistante damero en el aula, de pronto gélida; no hay gestos. Las bromas en clase se han acabado hasta nueva orden; las echaremos todos de menos, también el clásico "silencio, por favor". La mitad de los alumnos está en su casa, a ratos yendo y viniendo a la nevera y al whatsapp. La semipresencialidad es un término en pleno auge que contradice el mandato aquel que decía algo parecido a "cosita dentro o cosita fuera", una metodología docente que recuerda a aquel de los tres hermanos al que cantaba Silvio Rodríguez, cuya mirada acabó extraviada entre el estar y el ir: ni cosa dentro ni cosa fuera. Él tiene ánimo, o eso se repite y repite a sus allegados, junto con su ya clásico "peor es ser ferrallista o asfaltero en agosto". Antes de entrar en el pequeño campus por sus escasos jardines, el profesor pasa entre veladores repletos de gente sin barbuquejo profiláctico, cuyo cliente medio maneja sólo monedas a pesar de su divino tesoro, la edad; hablan con pasión sobre sí mismos y repiten "tía" e "illo" en cada frase, y cada varias dicen "en plan" y apostrofan los adjetivos con un todo apocopado ("to loca yo, tía"), y suelen ser transmisores de rumores más o menos fundados sobre asignaturas y profesores. Transmisores asintomáticos, claro. El profesor ha transitado desde un rechazo a la jerga que cohesiona y da identidad y pertenencia a los chavales -lo dicho, pureta, y de manual- a apreciarlo, a divertirse escuchándolo, a imitarlo malamente provocando la befa y mofa de sus hijas.

El profesor es también ciudadano, ambas condiciones en la categoría "de a pie", y se ha acostumbrado en estas páginas a criticar. Y eso va a hacer para acabar este párrafo y esta pieza. Lo que en cosas del hablar este hombre no traga no son las muletillas de los que ostentan eso que llamamos juventud (todos tuvimos juventud, y en ese tiempo hablamos como jóvenes). Lo que el hombre de la tarima y el powerpoint, del recuadro y el titular no traga es la jerga de buena parte de la clase política, y no sólo política. Es cierto, ya huele un poco a alcanfor, también, criticar el rollete de la transversalidad, lo inclusivo y diverso, el verbo visibilizar, la España vaciada en vez de vacía, el usar el "desde" en vez del "con" no se sabe por qué: yo oigo "desde la responssabilidad" o "desde el respeto" y me echo, alternativamente, la mano al bolsillo o a temblar. Es rancio largar de esto, pero es que es necesario recordárselo. También hay mujeres militantes que entran en un trance de género con la aceptación recíproca, la sororidad, la invisibilización o el micromachismo: hacia la condición de experto por la jerga, y más allá. No parecen darse cuenta de que el uso de esos neologismos ad hoc son muy poco "inclusivos" -o sea, poco justos- y hacen recular a feministas que no estamos -sí, qué pasa- en el núcleo irradiador y la profesionalidad de la cosa de género. Excluyen, espantan. Se quedan solas y solos, y bien pudiera ser ése el objetivo del diccionario de los pata negra de la cosa. De cada cosa. (En plan se le acabó al profe el espacio. Buen sábado).

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