Análisis

Ángel Vázquez

Intoxica nuestras alas desplumadas

Antes de su partida, Stephen Hawking nos dejó un recadito. Un regalo envenenado, para mas señas. Como diciendo "tanta paz llevo como guerra dejo" argumentó y postuló que el universo no es infinito, sino finito. El respeto que me merece Stephen, y sus cameos en The Big Bang Theory, me hicieron acatar sus cálculos y reflexiones durante meses… hasta que llegó Lekhfa. Desde entonces el universo se me escapa por entre los dedos como la arena del mar. Vuelve a ser infinito.

El Teatro Góngora prometía una vuelta de tuerca a todo lo conocido, un pulso a lo de siempre, una panorámica hacia lo ignoto con un proyecto que puede convertirse en el gran descubrimiento de este Festival. Lekhfa viene a significar "hacer algo invisible", a lo que yo añadiría "…inabarcable, indefinible e insondable." Atender a lo que pasa sobre el escenario cuando estos chicos de Oriente Medio desafían las leyes de la cordura es tarea imposible. Averiguar por dónde va el hilo se convierte en una odisea, plagada de la visceralidad y desenfreno de la voz de Saleh, su cantante, sin depurada técnica, expulsando demonios como borbotones, bofetadas en estado puro, desmesura y desconsiderada. Ella es el centro de un universo que, por mucho que Hawking diga, se nos representa tan infinitamente inabarcable que ya pueden publicar su trabajo en el Science que no podré aceptarlo como bueno.

Y si por sí mismos tuvieran pocos atributos, beben en los poemarios de Zoheir, de quien cantan versiones limpias cuando tocan en el Egipto post-primavera, aunque la audiencia de sus raíces termine cantando las frases explícitas voz en grito. Aquí no sucede eso, pues la traducción es compleja. Pero habiendo leído antes de salir de casa fragmentos traducidos, puedo casi encajarlos en los distintos momentos del concierto, cuando la banda exorciza Groove, ritmos maqsoom, loops, riffs, agitan cuerdas como las del oud y el buzuq, o se alían para tejer una marabunta sónica de compleja deglución y no menos infeliz digestión. "Cuando quieres ternura, me pongo tierno, cuando pides locura me vuelvo loco", cantan. "Déjanos oír tu ritmo de balanceo, intoxica nuestras alas desplumadas. Si la falsedad es tu juego, la gente te servirá sin vergüenza." Y al final… una extraña sensación de alivio y dependencia a la vez. Como un ritual que te deja enganchado.

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