La Inteligencia Artificial coge velocidad

Además de la convención de banqueros centrales en Jackson Hole, los inversores han estado muy pendientes esta semana de los resultados de Nvidia, el fabricante estadounidense de unidades para el procesamiento de gráficos y la computación de alto rendimiento, líder mundial en hardware y software para la Inteligencia Artificial (IA). La compañía batió ampliamente las expectativas, con los pedidos casi duplicándose cada trimestre, y en una frenética carrera para ampliar su capacidad de producción.

Esta es la mejor muestra de cómo la revolución de la IA se está convirtiendo en realidad aún con más velocidad y amplitud que otras disrupciones tecnológicas. Cambiará muchos aspectos de la actividad económica y de nuestra vida cotidiana, con implicaciones –positivas y negativas– todavía imposibles de discernir.

Mejorarán la productividad y eficiencia empresarial aunque, a la vez, podría provocar una destrucción de empleo que contrarrestaría parte del impulso económico. Algo que aumentará las desigualdades entre trabajadores de los distintos sectores, regiones y países. Como en todas las revoluciones industriales y tecnológicas, el efecto neto acabará siendo un aumento del empleo y del bienestar agregados, aunque tras un periodo convulso.

En cualquier caso, los mercados financieros perciben la IA como netamente positiva. Las empresas que la usen más hábilmente contendrán las presiones salariales y mejorarán su eficiencia y rentabilidad. Los mayores beneficiados, obviamente, serán algunos gigantes tecnológicos. La duda razonable es si, después de sus alzas espectaculares en bolsa, no está ya bastante descontado en sus generosas valoraciones.