Análisis

Rafael Recio Barba

Médico Traumatólogo

Héroes sin munición y sin escudo

Por desgracia, hemos superado a China en número de muertes por covid-19. Todo el mundo se pregunta por qué está haciendo agua nuestra Sanidad pese a los esfuerzos tantas veces menoscabados de los trabajadores sanitarios, que podríamos alargar a la cantidad de personal a veces invisible pero que siempre está ahí dándolo todo por los demás, y me refiero al ámbito extra hospitalario como son cuerpo de Policía, Ejército, intendencia de alimentos y todo aquel que en situación de crisis trabaja y colabora de forma incansable en pro de sus conciudadanos. Pero queramos o no, y ante la muerte del personal sanitario, es de obligado cumplimiento proteger y dar cobijo a aquellos profesionales que nos cuidan y que pasan horas trabajando sin descanso para protegernos. Precisamente, el 21 de marzo de este año en la revista The Lancet aparece un artículo dedicado a la protección de los trabajadores sanitarios que se preparan para hacer exactamente lo contrario de lo que se pide a la población en general. Irán a clínicas y hospitales, poniéndose en alto riesgo por el covid-19.

Los informes del personal médico describen el agotamiento físico y mental, el tormento de las decisiones difíciles del triaje cuando el material o el número de camas disponible crea un conflicto de conciencia por el dolor de perder a pacientes y colegas, todo ello además del riesgo de infección.

A medida que la pandemia se acelera, el acceso a equipos de protección individual (EPI) para los trabajadores de la salud es una preocupación clave. El personal médico tiene prioridad en muchos países por la cercanía del paciente al realizar maniobras como la RCP o la intubación traqueo bronquial, pero la escasez de dicha protección es el problema más acuciante en las instalaciones más afectadas.

Algunos miembros del personal médico están esperando equipos mientras ya ven a pacientes que pueden estar infectados o a los que se les suministra equipo que podría no cumplir con los requisitos. Junto con las preocupaciones por su seguridad personal, los trabajadores de la salud están ansiosos y preocupados por la posible transmisión de la infección a sus familias. Algunos se han autoaislado durmiendo en el garaje, en otra habitación e incluso otro lugar, todo el día con mascarilla, como si de un enfermo se tratase por la preocupación que causa el poder ser portador-trasmisor, máxime si se convive con una persona que esta inmunodeprimida pongamos por caso.

Hay trabajadores de la salud que es posible que tengan a su cargo a sus padres, que suelen ser de edad avanzada, por lo que constituyen factor de riesgo, o niños pequeños que se verán drásticamente afectados por los cierres de escuelas, y que cuando llegan a casa tienen la precaución o inhibición para abrazarlos después de una larga jornada.

Los sistemas de atención de la salud en todo el mundo podrían estar funcionando a una capacidad de superior a máxima durante muchos meses.

Por ello, si los trabajadores sanitarios van disminuyendo caemos en una carencia que, por muchos respiradores, mascarillas y EPI de los que dispongamos, no podrán ser usados ni darle la utilidad precisa, máxime si se prevé una ocupación del 100% durante períodos prolongados.

Es vital que los gobiernos vean a los trabajadores no simplemente como peones para ser desplegados, sino como personas con sus debilidades, luces y sombras. En la respuesta mundial, debe garantizarse la seguridad de los trabajadores sanitarios. En la actualidad, son el recurso más valioso de todos los países.

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