Cuando los demás actores de Cuéntame cómo pasó están soñando con que llegue el fin de semana e irse a descansar, María Galiana tiene la cabeza puesta en el viaje que debe hacer para sus representaciones teatrales o cualquier otro proyecto que tenga entre manos. Es una buena fórmula de llegar a los 84 años en forma y con todas las ganas del mundo. En la pantalla puede parecer asombroso que la actriz que da vida a la abuela Herminia esté tan radiante después de 20 temporadas, en un caso único en la televisión actual de todo el mundo, pero sólo hay que saber un poco de esta veterana profesora sevillana (nunca se ha jubilado del magisterio) para comprenderla. La vocación siempre estuvo ahí y seguro que ella estará de acuerdo en que lo mejor que le pudo pasar es que la popularidad la encontrara tarde, para interpretar así a la abuela de todos los españoles. Cualquier espectador vio en ella a su abuela del pueblo (las mías, de Medina Sidonia y Arcos de la Frontera, qué jabatas) y después a la matriarca capaz de ser el pegamento de una familia desperdigada, que es el papel que ha venido encarnando durante los últimos años, despojada del rodete.

María Galiana seguirá siendo la abuela Herminia aunque tenga una edad imposible tanto en la ficción como en la vida real. No existe la eterna juventud pero sí la eterna lucidez. En su reciente entrevista en La resistencia demuestra que tiene más reflejos, gancho y visión de la actualidad que muchos treintañeros cascados. Y en cada jueves de Cuéntame hace gala de una profesionalidad asombrosa, cuando además desgrana muchos pensamientos en los que Herminia y María no coinciden en nada.

En el capítulo pasado nos hace temer lo peor, cuando pierde la cabeza y, espitosa perdida, se afana en reunir al matrimonio Alcántara. Antonio y Merche (ay, Imanol y Ana, qué mal asesorados) no pueden ya volver a estar juntos. Es ficción sobre ficción. La realidad es que María Galiana concentra en ella el 8 de marzo.