Análisis

Tacho Rufino

Good ByeMessi

Los dineros de un fútbol que está dopado por las apuestas y la televisión de pago están gravitando hacia el Reino UnidoEl genio argentino simboliza un cambio de era, en el que España está en peligro

Comparar una pandemia y sus muertos con el hecho de que un futbolista abandone un equipo y fiche por otro es sin duda trivializar, pero en las cosas en apariencia insustanciales está muchas veces la sintomatología del paso del tiempo. Si a esta consideración unimos la certeza de que todo en la vida está sujeto a ciclos, o, más bien, que toda vida es un ciclo que transcurre desde el nacimiento a la muerte (en el mejor de los casos, al reciclaje), pasando por el crecimiento y la madurez, podemos jugar con la idea de que la vida de un virus asesino de personas y economías y la vida de un astro del fútbol sin par en la historia son ciclos, una curva que a lo largo del tiempo se comporta desde el nacer hasta la nada. A los ciclos, de una manera más determinista o más misteriosa, está sujeta nuestra vida cronológica y física, la caducidad de un yogur, los regímenes y partidos políticos, la salud de la economía, la vigencia de un producto en el mercado, los sectores de actividad, los géneros artísticos; la felicidad y hasta la fatal decadencia de los amores y las familias: todo, con pocas excepciones. El coronavirus, dicen quienes de esto saben, es un microorganismo sujeto a un ciclo, aunque este parece ser duro cual rodilla de cabra, y fatalmente podría reciclarse, que es lo que llaman "reinventarse" en los másteres y libros de autoayuda su dopante mundo de las apuestas. Si permiten la extrapolación, que Lionel Messi abandone el Barça da pistas sobre el transcurrir del tiempo de los humanos y sus eras. Una especie que sin duda está también sujeto a un ciclo. Pero no nos pongamos casandrianos.

La espantada de Leo Messi es paradigmática en varias cosas. En que es argentino, y en que, a la par, estaba hasta las narices del catalanismo y el mes que un club, y de hecho siempre se ha negado a aprender catalán, cosa ridícula como cláusula contractual -ridícula pero cierta para los futbolistas del equipo culé-, por mucho que haya estado veinte años criado entre algodones dorados en el gran club catalán (lo enano no quita lo grandioso). Su traicionera huida, con oprobioso burofax incluido, también simboliza un cambio de ciclo. No ya el suyo, porque a pesar de tener 33 años tiene cuerda para rato, y algunos futboleros estamos locos por verlo de medio centro sin responsabilidad defensiva alguna (esto, por supuesto). No. Es el ciclo del fútbol español, un paraíso fiscal de los peloteros caros extranjeros que ha atraído a la Liga a los mejores jugadores del mundo. A España le vino bien, y creo que podemos ya hablar en pasado. Los dineros del fútbol son una parte estimable de nuestro PIB, muy superior en porcentaje a lo que supone la Bundesliga, el Calcio y hasta la Premier en sus respectivos países. Es precisamente hacia la liga inglesa adonde basculan los dineros del fútbol. Al parecer, el mejor jugador de la historia -yo soy de Cruyff, pero Messi lo es- se va al Manchester City, equipo que dirige Josep Guardiola, catalán de fe, y faltón -por lo fino, eso sí-, que nunca ha ganado nada importante o digno de mención fuera del Barcelona, por cierto, y más teniendo en cuenta que no entrena a Osasuna o al Girona, sino a los equipos con pasta galáctica. Guardiola estará loco por tener al argentino en sus filas, ¡como tonto! Leo se quita de en medio del encabronamiento antiespañol, del Barça, gota malaya que debe pesar bastante a un chaval de Rosario. Y, volviendo al ciclo, a los ciclos, la marcha de Messi supone un palo brutal -apostaría- a los ingresos de la televisión de pago. Que se van para las Islas. Esto, unido a la jugada maestra de Boris Johnson amenazando a sus compatriotas turistas en España con confinarlos a su vuelta, metiendo esa pasta en su balanza de pagos positiva, tiene toda la pinta de estar diciéndonos que hay muchas cosas que nunca serán como antes.

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