Qué combinación de partidos políticos haría más felices a mayor número de españoles? El Banco Mundial ha publicado su informe sobre la felicidad, en el que se valora la felicidad de los países por ocho indicadores: el producto por habitante como indicador económico general; el apoyo que se encuentra en la familia y amigos en caso de dificultad; la atención sanitaria y esperanza de vida; la satisfacción con la libertad y capacidad de elección; la generosidad de la sociedad en que se vive; la percepción de la corrupción; con qué frecuencia se viven momentos positivos, o se experimenta preocupación, tristeza o irritación. La felicidad tiene un componente de estado emocional, y otro objetivo de bienestar real, pero ahondando en los indicadores y sus causas, los partidos políticos podrían ver cómo una mayoría de personas serían un poco más felices, y llevarlo a un programa de gobierno coherente. Porque el paro, la inseguridad del trabajo temporal, situaciones difíciles que se vuelven permanentes, vienen unidas a la ansiedad, las depresiones, los ansiolíticos, con consecuencias a veces tremendas para las personas y la convivencia.

España ocupa el puesto 30 de la lista de 156 países. Los ochos indicadores dejan una parte grande de felicidad o infelicidad sin explicar, y hay paradojas entre países donde puede más el deseo de proclamarse felices que la objetividad de serlo, y otros donde el progreso económico no es suficiente para colmar las expectativas; pero en general los que están al principio son ricos, y los de la cola pobres o empobrecidos, como Venezuela, o en guerra. En España, pese a lo que pueda parecer, hay pocas alegrías y muchas preocupaciones, y sólo se valora el apoyo familiar, y sobre todo el sistema de salud y la esperanza de vida, donde somos el tercer país mejor del mundo. Por eso importa tanto que se haya deteriorado el sistema sanitario por las políticas de austeridad que se implantaron con la crisis. Además, la felicidad media se reparte desigualmente, y en España el cambio respecto a hace diez años es negativo.

Entre otras cuestiones que se plantean, escojo dos. Una es la relación entre felicidad y voto, porque a pesar de que es muy subjetivo, en sociedades donde una mayoría se considera más o menos feliz se mantiene el gobierno, mientras que en las que no se sienten así, se votan alternativas populistas y hay abstención. El buen gobierno lleva a cierta felicidad, pero la felicidad, o la falta de equilibrio vital, determina también qué tipo de políticos se apoyan. La segunda cuestión es con la empieza este artículo, pues actualmente en España ninguna opción política puede por sí sola aumentar nuestro índice de felicidad y repartirla equitativamente.

Las campañas electorales no son el mejor momento para plantearlo, pero en el día a día después de las elecciones es imprescindible que quien gane en número de votos pacte y amplíe esa cifra a un lado y otro, construyendo no una mayoría simple, sino la más grande posible, abarcando la realidad del país en toda su complejidad. Al fin y al cabo la política son acuerdos no sobre ideas sino sobre lo real, y lo que ocurre en nuestra realidad socioeconómica más que de la felicidad es la medida de nuestra decencia.

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