Sálvame es de esos formatos que se encuentran en proceso de reestructuración. Son tan anchos en la parrilla que no se puede prescindir de un contenido así sin malherir a la cadena. Es mejor probar a rectificar. Una cuarta parte del peso de Telecinco es este programa de La Fábrica de la Tele donde cabe de todo y se presta a rotaciones y experimentos infinitos.

Anteriores responsables de este maratón de moñeos dialécticos se han visto salpicados en una red de informadores que extraían datos personales de famosos en general y personajes de las tardes vaporosas en particular con complicidad desde dentro de la policía.

Estas presuntas implicaciones tramposas junto al cansancio de la audiencia habitual de Sálvame han empujado a relevos y a probar temas diferentes.

Un espacio que consume tanto queroseno de charol tiene que inventarse acontecimientos y en esta semana han tirado con acierto petardista de su Fashion Week. Fashion o lo que sea. Si ya con cualquier pantojeo la mesa se les anima con los enfados y competencia entre modelos, modistas, invitados al front row (hasta Ortega Cano sentado en el plató) el asunto se dispara.

El evento en prime time les ha funcionado porque esta sesión era realmente especial y el público así lo percibió. Telecinco dejó en segundo plano a sus supervivientes y puso en liza a sus guiñoles más la entrada de otros personajes, como Navarrete y Samantha Hudson, el eurovisivo WRS. Las incorporaciones han llevado a un público nuevo y joven a Telecinco, una cadena que ahora necesita encontrar a gente que se acuerde de ellos en el mando. Incluso la Fshion Week se prestaba al acontecimiento familiar, al comentario en el sofá y a la interconexión social con detalles mucho más divertidos que los habituales de la escaleta de Sálvame. A Telecinco no le queda otra que mover ficha con cierto ingenio. En un prime time de la TDT tan desértico cualquier propuesta diferente entre las parrillas inmovilistas va a ser recibida al menos con curiosidad .

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