Análisis

PANDEMIA Manuel barea 9

Elogio del aburrimiento

Tampoco es cuestión ahora de volverse locos para sobrellevar el encierro. Si no nos hemos caracterizado en casi toda nuestra vida anterior al Covid-19 por una actividad extrema -ni por una actividad a secas-, no sé muy bien por qué de pronto, con esto del confinamiento, tiene que darnos por ponernos a hacer -son sólo dos ejemplos- magdalenas o ganchillo. Lo que puede provocar una vez que pase todo esto una hiperinflación de artesanos y manufactureros dispuestos a sembrar las ciudades, con el consiguiente embrollo urbanístico-comercial, de mercadillos con puestos en los que vender su producción casera.

Va a resultar ahora que nos tiramos casi la vida entera quejándonos del estrés diario y cuando puede uno desenchufarse y hacerle al sofá un molde de cuerpo entero nos da la neura y nos agitamos si no hacemos cosas, aunque no sepamos hacerlas. Esto es lo ideal ahora, sostienen algunos (con título enmarcado e incluso desde la tele), de manera que estos días se reorganizan, o simplemente se remueven, bibliotecas, vestidores, zapateros, alacenas, discotecas, jugueteros, botillerías y toda clase de despensas, desde el clásico romi con potingues, utensilios de aseos y medicinas -el reencuentro con algún fármaco potente no caducado puede venir al pelo- hasta la caja de herramientas.

Y aquí la hemos cagado.

La caja de herramientas es estos días la caja de los truenos. Maldita sea su visión. Y su redescubrimiento: alicates, martillos, destornilladores, llaves... todos ellos bajo el reinado de Trompo I reaparecen para asesinar a tus queridos bostezos antes de que los contagies y acabar con tu molicie que, por una vez, es recomendada por las autoridades sanitarias -las mismas que te instan a beber con moderación y te recuerdan que fumar mata con la foto de un fiambre en el paquete- e impuesta por el Gobierno.

La Caja de Herramientas y su socio, el agente Bricolaje, con el apoyo del Grupo de Reparaciones Hogareñas, se aprovechan de la actual situación y ponen en marcha la Operación Broca, tantas veces aplazada. No hay fútbol en la tele, salvo el nostálgico -hay que estar muy pillado para volver a ver el España-Malta-, y no hay escapatoria posible: la estantería de Ikea se cuelga en este confinamiento sí o sí.

Así que no hay manera. Ahora que por fin íbamos a aburrirnos a gusto, encontrándole la satisfacción a esas horas muertas que tanto hemos añorado en otros momentos, van y nos recomiendan, casi nos exigen, con bombardeo de consejos de expertos incluidos, que hay que poner se a hacer cosas, que es vital, desde un pescado al horno a aprender a hacernos el nudo de la corbata (de ambas actividades hay tutoriales a cascoporro en YouTube). ¿Y para qué? Si después no vamos a comer lo uno ni a ponernos lo otro. Aunque, quién sabe: el aburrimiento es el comienzo de todo.

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