Análisis

Juan Luis Selma

Un Dios que cabalga a lomos de un pollino

Comienza hoy una Semana Santa que nunca olvidaremos, sin procesiones, confinados, con el corazón encogido ante tanta desolación. Nuestro horizonte se asemeja al del Viernes Santo:" vinieron tinieblas sobre toda la tierra, … el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron…" los hombres han condenado al inocente, han matado a Cristo. Nos relata el evangelio: "trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Vemos un Dios cercano, humilde y paciente que hace su entrada triunfal en Jerusalén montado en un sencillo borrico.

Para entender el misterio de la existencia hace falta una buena dosis de humildad. Para servir a los demás, para dar valor a nuestra vida, para tener paz y poder darla a los demás, tenemos que desprendernos de nuestro orgullo, de nuestra altivez. Dios necesita que le presten un borrico para entrar en la Ciudad Santa; luego de la compañía de los apóstoles en el huerto de los olivos; más delante la ayuda de Simón de Cirene para poder llevar la cruz; la compasión de la Verónica que limpia su rostro; hasta de la generosidad de José de Arimatea para que su cuerpo descanse en el sepulcro. Nosotros necesitamos de los demás, y ellos necesitan de nosotros.

Queremos acompañar a Jesús en su pasión, no podemos dejarle solo. Lo haremos con la lectura meditada de los evangelios, siguiendo los Oficios a través de los medios. Rezando el vía crucis, podemos ver la película de la Pasión… y también dar sentido sobrenatural y humano a estos días aciagos de la pandemia.

Nos decía el Papa: "La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades... La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas salvadoras, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad". Volvamos a Dios, recordemos lo que somos. Gastemos todas nuestras energías ayudando a los que nos necesitan, obedezcamos a las autoridades, seamos generosos y como un sencillo pollino sirvamos a los demás. Agudicemos el ingenio. Y con confianza convirtamos nuestro corazón, pidamos perdón y seamos prontos en perdonar, esperemos el gozo el alba de la resurrección. Nuestra salvación está cerca.

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