Entre la realización mareante de La 1 (vaya numerito a costa de Ed Sheeran) y el acopio de actuaciones como cualquier otra madrugada del resto del año, empapelada de cantantes y videoclips para generar derechos de autores, la devoción por la historia de la música y el archivo de TVE sigue siendo la tradición televisiva más deliciosa para comenzar el año devorando Cachitos. En La 2, refugio cuando el mando se desgasta.

El programa conducido por Virginia Díaz volvió a contar con una gala especial previa a las uvas en la que de forma inevitable la figura homenajeada debía ser Raffaella Carrá. Con el comidista Mikel López Iturriaga de apoyo, se sucedieron los covers en este entretenido tratado de la visionaria boloñesa, talento desbordante, maestra de estilo e imagen para animar con inteligencia y gusto. Y de eso iba este Cachitos Deluxe, con un icono reciente como Samantha Hudson, Soleá Morente (No pensar en ti), Ana Mena (En el amor todo es empezar) o La revolución sexual de La casa azul. Una fiesta diversa y sin complejos. Ojo a la explicación de la eterna juventud raffaelliana según las leyes de la relatividad de Ricardo Moure.

La apoteosis era tras la medianoche, en esas horas donde el aburrimiento y sopor en el sofá de Nochevieja son amenazas. Ahí entraba el Cachitos de siempre, con su pose contestaria. El homenajeado en este caso era el recordado Antonio Gasset, de Días de cine. Presentaciones vigentes. Cachitos es un programa que se puede ver como karaoke multigénero (en todos los aspectos) para que bailen los cenadores en casa; se puede visionar como rítmica enciclopedia sin más; o interactuar con los rótulos que se crecen en cada año. Van directos ya al chiste en cada frase. Los hay ocurrentes, los hay sesgados políticamente (hay que aceptar esta regla del juego, abstenerse pieles finas), hay demasiados enfocados en Cataluña, y mucha dosis de complicidad brillante con el jefe, con el espectador. Cachitos tiene su mejor versión como este libro televisado para hojear al iniciar el año.

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