Anoche se celebró otra vez lo del Flamenco, pero todavía no les puedo decir nada porque esto lo dejo escrito antes, así que ya les contaré la semana que viene cómo ha sido, que seguro que bien, que en los últimos años se ha convertido en la gran ilusión que tenemos una vez que pasa nuestro mes de mayo. Ayer estuve viendo cómo terminaban de montar las cosas aquí en San Agustín, que anda que no tuvieron acierto cuando incorporaron nuestra plaza a la Noche Blanca del Flamenco, que se pone hasta los topes, lo que yo les diga, que más gente no se puede meter.

Toda la noche bailando, tocando las palmas y sudando, es lo que nos espera, en toda Córdoba y también en el barrio. Y este año con un homenaje a Camarón, ahí queda eso, que menudo genio se nos fue, vaya manera bestia de cantar. Bueno, pero ya me callo y les digo las cosas a toro pasado, que es como mejor se cuentan las faenas, o eso dicen. Hablando de faenas, vaya cosa bonita la Lotería que hemos tenido esta semana, recordando al Monstruo, a Manolete. Vaya décimos hechos con más gusto y más arte, una cosa, que hasta a él le habría gustado, me parece a mí. Y es que este año es su aniversario y toca hablar mucho de él, que para algo fue uno de los más grandes que ha pasado por la historia de los toreros, pero de los más grandes. Yo ya estuve en la exposición y no pienso perderme nada de lo que hagan, que es bueno recordar a los que han sido los grandes personajes de nuestra Córdoba bendita, porque también ellos la han hecho más y más grande, y eso hay que reconocerlo.

Hablando de reconocimientos, la semana pasada estuve en el Palacio de Viana, que Isabel Ambrosio estuvo celebrando sus dos años como alcaldesa. Y allí que me planté, que ya saben ustedes que yo me apunto a una ronda de Aspirinas, que también es verdad que yo a Isabel le tengo mucho afecto, que la conozco desde nena, como el que dice. Y tiene una de las sonrisas más bonitas de nuestra Córdoba bendita, que eso no lo puede negar nadie. Estuvieron hablando de las cosas que han hecho y de las que faltaban por hacer, y ya cuando casi estaban acabando me encontré con Antoñito, el marido de Juana, la de la panadería, que me dijo que me invitaba a un cervecilla por su santo. Para las Beatillas nos fuimos, que luego se apuntaron Soraya y Cayetano, y echamos un rato la mar de bueno, que cuando nos quisimos dar cuenta el reloj estaba dando la una. Y ya empezó a refrescar, una mijilla aunque fuera. En fin, que no he querido hablar del tiempo, por eso mismo.

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