Análisis

pilar fuertes

Amores de verano, despedidas de septiembre

Lo lejos que de ida quedaba hace nada este verano de la pandemia, y lo lejos que otra vez empieza a quedar de vuelta, en este agosto que va contando hacia atrás los días que faltan para regresar a las ciudades.

Se apuran las fechas que irá venciendo la melancolía, con puestas de sol que dudas si pertenecen a tu vida o a una película que se acerca al fin. Y escuchas una canción de esas que parece que lleva en los arreglos la banda sonora del mar, que siempre tiene a tu niñez jugando en la arena.

De pronto suena otra en la que he crecido, ya estoy en la adolescencia, esa edad de la que al cabo de los años empiezas a encontrarte, como si salieran del cajón de aquellas pequeñas cosas, todas tus melodías encadenadas… Es cuando una bulería te grita un quejío desde el lugar más hondo que jamás hubiera imaginado guardar en las entrañas: ¡Qué no daría yo por empezar de nuevo!

El aire empieza a herirse por la daga de un saxo que se obstina en decir adiós. Tengo una rara sensación de volver a vivir aquellos amores de verano. Luis, Carlos, Pepe... eran aquellos amores que, en medio de la hormona calurosa veraniega, ya algo te ronroneaban por el cerebro avisando que en septiembre el calor solo quedaría para los membrillos.

Y se cumplía. Adiós a Punta Umbría y al amor. Adiós al Vespino Súper Confort y a la pasión. Adiós a las arenas y al mar que se tragó los besos. El asfalto estaba reñido con el verano y sus amores. Nadie te abrazaba en la ciudad, como si al regresar a ella hubieran prohibido los mejores instintos.

Me siento en este agosto sin manos en la cintura y sin dolce vita, no hay oficiales ni caballeros, sólo nos invade un virus que se pega a nosotros sin remedio. Pero tengo la esperanza de que en septiembre desaparezca como siempre desaparecían los amores de cualquier Verano azul, para cantar aquello del "final del verano llegó y tú partirás..." a la maldita pandemia.

Aún a sabiendas de que quedará ese rastro de crisis, como quedaban las caricias durante un tiempo, dejando por aquí y allá de mi piel la hendidura visible de una cicatriz.

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