Me da a mí que yo nunca les he hablado de Abdela, el niño saharaui que viene todos los veranos al barrio, desde que tenía seis años, para estar en la casa de Emilio y Nani, unos maestros que viven por la calle Buen Suceso, cerca de donde está la residencia de los mayores. Pues hoy toca, porque acaba de llegar y ya nos tiene a todos locos, que yo no he visto un nene más gracioso en mi vida. Ahora tiene 13 años, pero de cabeza parece que tiene 30, aunque de cuerpo está todavía menguaíto, que yo espero que dé pronto un estirón, que se va a quedar de mi estatura a este camino. Yo no es que sea muy bajito, pero tampoco para jugar al baloncesto, ni mucho menos. Digamos que tamaño medio tirando a lo bajito, una cosa dentro de lo normal, pero ya me callo que mi estatura tampoco es tan importante, me parece a mí. Abdela es casi negro, café con leche, tiene una piel preciosa, lo que yo les diga, ya me gustaría a mí tener ese color, que parece pintado de tan perfecta que se le ve. Y habla español como si fuera de aquí, de verdad, que hasta dice pego y nene y perol y lo que haga falta, porque a listo no hay quien le gane, que sabe más que los ratones colorados, una cosa. Yo creo que es porque él no tiene una infancia como la de los nenes de aquí, que están más o menos protegidos y que no les cuestan las cosas normales, como ir al colegio, darse una ducha o comer todos los días. Y es que Abdela me ha contado algunas cosas que me han dejado con la boca abierta, que yo no sé si sería capaz de hacerlas yo, que ya tengo una edad. Y con esto no quiero decir que sea mayor, para nada, que para casi todo sigo siendo un nene.

Lo que más me llama la atención de Abdela es la alegría que transmite y que se te pega nada más que estar dos segundos a su lado, lo que yo os diga, una cosa mala. Siempre con una sonrisa plantada en la cara, ya haga calor o llueva. Y lo agradecido que es, que con cualquier cosa está satisfecho, que siempre está conforme con todo, una cosa. Eso si, no para, es rabo de lagartija, vaya manera de moverse, ni un segundo quieto, siempre liado con algo. Normal que lo queramos tanto en el barrio, y es que tiene para todos, que más de una noche nos subimos a la azotea de la casa de mi hermana y miramos las estrellas, que dice que así se acuerda de su familia, porque ese es el techo que ve allí en su tierra todas las noches. En fin, que lo mejor para querer a algo o alguien es conocerlo primero, que si no es imposible, y por eso más de uno se pierden tantas cosas, me parece a mí, y no sé si me estoy explicando.

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