Cultura

Siete visiones del arte

  • La Fundación Botín ofrece en Santander, a partir de los proyectos ganadores de su convocatoria 'Itinerarios', una panorámica de la creación actual que trasciende formas y géneros establecidos

El arte siempre rompe. Quebranta formas establecidas y usos aceptados. Bien lo supo Flaubert, procesado por Madame Bovary, y Baudelaire, condenado por sus poemas lésbicos. Hoy, cuando renacen censuras y condenas, conviene hacer memoria. La razón del desconcierto del arte no es nueva. Hace más de dos siglos lo sugería un gran racionalista. El arte, venía a decir, es aquello que complace (o interesa) sin que medie concepto, es decir, sin que podamos decir con exactitud porqué nos llega. Nos faltan las palabras. No es que el arte sea místico o mágico, sino que quiebra hasta las lógicas prosaicas de cada día.

Conseguir tal novedad hoy no es fácil. Hay demasiada retórica política y publicitaria. Por eso los artistas más jóvenes trabajan fuera de géneros y formas establecidas. Así se advierte en los siete proyectos premiados por la Fundación Botín. Todos recurren de un modo u otro a la instalación pero alterándola. En sus comienzos, la instalación tenía mucho de nostalgia: era la añoranza del lugar de acogida que el mercado había expulsado de las ciudades. Hoy, la instalación es más atrevida y resuelta: busca ante todo construir espacios poéticos con materiales muy diversos.

Así trabaja Nuno da Luz (Lisboa, 1984). Su proyecto reúne dibujos, textos, un fanzine y una emisora de radio que puede sintonizarse mediante Iphone o con transistores de anticuario que el propio autor facilita. El trabajo parte del Théatre des Negociations que congregó en Nanterre a artista y pensadores en vistas a la COP21, la reunión sobre el clima celebrada en noviembre en París. Que el fanzine se titule Coyote (¿perro o lobo?) y la emisora, Shanghai (en inglés: raptar a alguien para trabajar en un barco) indican el talante activista del autor. Los horarios de la radio siguen el tiempo natural (el de las mareas, la luna o el sol) y los breves textos del fanzine sugieren a la sociedad y al individuo otros modos de vivir: "uno es crítico y radical sólo cuando se atreve a abandonar su propia autodisciplina".

Otra propuesta activista, la de Paloma Polo (Madrid, 1983), la articulan un vídeo y potentes dibujos. El vídeo recoge la narración, entre biográfica y legendaria, de un rapto. Un campesino de Casiguran, al norte de Filipinas, cuenta cómo una chica a la que su familia no quiso vender acaba devorada por una serpiente pitón. La historia cobra otro valor al saber que las gentes de Casiguran luchan hoy por conservar tierras y costumbres que pueden ser devoradas por el proyecto de un puerto franco. Los dibujos, de otro filipino, Neil Doloricon, unen ambas historias.

Karlos Gil (Toledo, 1984) explora objetos olvidados pero que dejaron huella. Así el hallazgo de Benjamin Cheverton que hacia 1880 construyó un pantógrafo tridimensional (anticipo de la impresora en 3D) o la ergonomía de Wojciech Jastrzebowski: a partir de sus análisis de la estructura de ciertas conchas se diseñaron en los años cincuenta motocicletas especialmente adaptadas al cuerpo.

Quizá el protagonista de las propuestas de Daniel Barroca (Lisboa, 1975) y Belén Zahera (Madrid, 1985) sea el lenguaje. Barroca traza con dibujos, textos, sonido envolvente y dos viejas fotos un bucle que encierra al autor y al espectador que quiera seguir sus pasos. Lo señala uno de sus aforismos: hay un círculo en el que alguien se encontró a sí mismo. Los textos completan y se oponen a los dibujos. Las dos fotos cuelgan del techo en el mismo soporte circular: en una cara, el autor siendo un niño; en la otra, una víctima de la guerra colonial portuguesa. Zahera es aún más sutil. Su trabajo, quizá el más sugerente de la muestra, apuesta por un saber que va más allá del conocimiento. Conocer es siempre poseer y muchas veces afán de poder. El saber es otra cosa, sobre todo si se demora en lo transitorio, corteja la forma sin reducirla al significado, se detiene en lo que pudo ser y no fue. Ahí nacen las leyendas de Zahera: el copista medieval que no sabía leer lo que escribía, el ultimo hablante de una lengua próxima a la extinción, las formas orgánicas que la vida no llegó a animar. Formas tridimensionales de seres perdidos en la evolución y un viejo zócalo encontrado desarrollan con la palabra y el vídeo este denso mundo.

Diferentes entre sí son los vídeos de Sara Ramo (Madrid, 1975) y Teresa Solar Abboud (Madrid, 1985). Ramo diseña y filma con cámara fija una performance con aire de ritual en un parque natural brasileño. Solar teje en su vídeo un discurso más ambicioso uniendo la leyenda de Mokkatam (único monte de El Cairo que hizo levitar un San Simón) con la memoria de su familia y la suerte actual de esas colinas, símbolo de las tensiones sociales de la ciudad. La brillante selva de Ramo contrasta con la sencillez espacial y la densidad narrativa de Solar.

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