Cultura

El síndrome Caine

  • El pianista y compositor estadounidense Uri Caine dedica su último trabajo en Winter & Winter al 'Otello' de Verdi

Desde que sus trabajos en Winter & Winter a partir de música de Mahler y Wagner tuvieran un amplio reconocimiento más allá de los habituales círculos de aficionados al jazz, Uri Caine (Filadelfia, 1956) se ha convertido en una especie de francotirador del repertorio clásico, que ha deconstruido y reconstruido con desafiante libertad a través de una mirada de desprejuiciada y feraz creatividad, capaz de conquistar a melómanos de esos que apenas se aventuraban más allá del territorio de sus admirados maestros (y de horrorizar también a otros), dejando siempre una huella reconocible en todo aquello por lo que pisa o pasa, ya sean las Variaciones Goldberg, las Diabelli, música de Schumann, Mozart o, como en su último trabajo, Verdi.

Con The Othello Syndrome, Caine se adentra de forma decidida en la espesura de la jungla operística, terreno muy delicado, repleto de trampas y peligros, dado como ningún otro de la música académica al sacerdocio, las sectas y las abjuraciones, y lo hace sin remilgos, con la pasión de la que siempre ha hecho gala y jugando con las referencias shakesperianas y verdianas del drama con profundo conocimiento musical y literario y unas admirables dosis de flexibilidad y sutileza.

El comienzo, a partir del Preludio de la ópera, parece por unos segundos casi sinfónico, pero enseguida las vocalizaciones orientalizantes de Dhafer Youssef nos advierten de que aquí nos movemos en otro terreno. El drama parece deslizarse entonces hacia el terreno de la comedia, y la canción tabernaria, exclusivamente instrumental, así parece confirmarlo, al menos hasta el dúo de amor entre Otello y Desdémona, cuando la atmósfera se transforma, serenada por un sofisticado aire entre el espiritual negro y la canción romántica. Singularísimo el Credo de Yago, cuya primera parte recita Marco Paolini sobre el texto original de Arrigo Boito y completa Sadiq Bey con un fondo electrónico de oscuras resonancias trágicas. El villano completa su explícita presencia con un tema titulado Iago's Web, que es un genial e irónico homenaje a la música popular italiana.

No faltan referencias al rhythm and blues, como en She's the Only One I Love, mientras que en el Lamento de Desdémona las sensuales vocalizaciones de Josephine Lindstrand nos remiten al universo del pop. El tono, expresionista al principio, jocoso al final, de The Lion of Venice parece en cambio creado específicamente para que el trompetista Ralph Alessi muestre su virtuosismo, como el guitarrista Nguyen Le tuvo ocasión de hacer ya en Am I a Fool? La Confesión de Otello es un auténtico rap muy pausado, mientras que con la Canción del sauce y el Ave Maria, Caine ofrece el último punto de asidero a la ternura, la inocencia y el encanto de la voz de Lindstrand. Después de eso, el asesinato y la muerte se ensoñerean de la escena en una especie de recapitulación final, en la que Dhaffer Youssef nos remite al origen oriental del drama, la electrónica y un violín en el límite de sus agudos parecen desgarrase y todo termina disuelto en el cadencioso fraseo de Bunny Sigler, que pone voz al final del moro con una mezcla de rebeldía y ternura de enorme poder afectivo. Tenga cuidado si acepta el desafío, pues es posible que en él quede atrapado, fascinado, rendido, pero tampoco se preocupe demasiado, muchos otros lo sufrieron antes que usted: lo llaman el síndrome Caine.

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