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"La poesía es un proceso que me obliga a la vida, y la vida a la poesía"

  • El autor participa en el ciclo 'La voz de los poetas' junto a Joan Margarit

  • El Premio Reina Sofía destaca que a Italia y a Córdoba, donde escribió su primer poema, "les debo mucho"

Antonio Colinas, ayer, en los jardines de Orive.

Antonio Colinas, ayer, en los jardines de Orive. / reportaje gráfico: jordi vidal

Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) volvió ayer a Córdoba, la ciudad donde escribió su primer verso y donde comenzó, cuando era adolescente, su amor por la poesía. El autor (Premio Reina Sofía 2016, Premio Nacional de Traducción 2005, Premio Nacional de Literatura 1982), participó ayer en el ciclo La voz de los poetas de Cosmopoética junto a Joan Margarit.

-Repite, por tercera vez, en Cosmopoética.

-Estuve el año en que el festival se dedicó a los Novísimos y luego otro año que tuve un recital junto a Eduardo Sanguinetti. Fue una pena porque en aquel encuentro hablamos de la posibilidad de que él me tradujera una antología y yo a él otra, y que siguiéramos traduciéndonos, pero él murió no mucho tiempo después.

-¿Qué le parece su compañero de acto, Joan Margarit?

-Es un gran poeta, un poeta maduro. Con la poesía de Margarit me identifico mucho. Tiene un tono emocionado, humanista y, sobre todo, algo que yo siempre exijo, que poesía y vida vayan siempre unidas. Hay autores que dicen que por un lado va su poesía y por otro su vida y entre ambas levantan un muro. Para mí la poesía es un proceso que me obliga a la vida y la vida, a su vez, a la poesía como visión.

"La palabra es el reto que hay que abordar más allá de los cantos de sirena de los nuevos medios tecnológicos"

-Este año el festival está dedicado a Italia, un país en el que también vivió durante varios años y conoce bien.

-Sí, además ha estado Balestrini, otro de los Novissimi italianos. El movimiento Novísimo tuvo un precedente en una antología que se publicó en Italia en la que estaban Sanguinetti y Balestrini. A Italia le debo mucho, como a Córdoba, donde viví tres años en mi adolescencia y donde escribí mi primer poema. En Italia comencé mi trabajo como traductor y escribí el más conocido de mis libros, Sepulcro en Tarquinia (1975). Todo el que ha vivido la experiencia de Italia regresa marcado, impresionado.

-¿Son cercanas la poesía española y la italiana?

-La poesía última no la he seguido tanto. Creo que está sucediendo algo que también pasa aquí, que es la apertura de varios caminos. En general en Europa, hasta ahora se había hecho una poesía de lo cotidiano, un poco plana, de la sencillez... Mientras que en la actualidad parece que se vuelve a lo metafísico y la cultura, la imaginación, la libertad expresiva... Creo que estamos en esa etapa de transformación, que por otro lado es normal porque en la poesía y en las generaciones todo se desarrolla por ciclos. Acabo de estar en el jurado de un premio y los 20 libros que nos habían pasado eran como 20 caminos. Esto es bueno, es bueno que no se caiga en la imposición de una determinada estética.

-Es decir, el ambiente es muy diferente al que había con los Novísimos o la Generación del 27, por ejemplo.

-La generación de los Novísimos tuvo ese carácter de generación, lo que ocurre es que, por ejemplo en mi caso, se me ha considerado un novísimo heterodoxo e independiente. También es el caso de Antonio Carvajal o posteriormente Jaime Siles y Luis Antonio de Villena. Sí hubo una estética que buscaba un lenguaje nuevo, muy libre, una gran proximidad a la cultura. Casi todos pasamos por la experiencia de vivir en el extranjero, en mi caso de estar cerca de una cultura como la italiana. Como había dicho Aleixandre antes, la poesía social se agotó por suficientemente expresada. Entonces, se pasó a otra estética. Ahora se están buscando esos caminos nuevos y a veces compitiendo con la imagen y los nuevos medios de comunicación. Pero nos queda siempre la palabra, es decir, la palabra es el reto que hay que abordar más allá de los cantos de sirena de los nuevos medios tecnológicos.

-¿Es alto el nivel que hay en la actualidad entre los jóvenes?

-Estoy contento porque veo estos caminos nuevos, este afán de libertad. A veces, la nueva poesía se inclina, también por razones formativas, hacia lo anglosajón. No es como en nuestro caso, que nuestra meta era París, la poesía francesa y autores como Baudelaire o Rimbaud. Y en mi caso también la italiana. Ahora hay una influencia muy fuerte de la poesía anglosajona, que también me parece muy bien.

-¿Qué poetas italianos le han influido?

-Me he ocupado sobre todo de escribir la biografía del poeta romántico Giacomo Leopardi pero también me influyó mucho, entre otras cosas porque también lo he traducido, Salvatore Quasimodo, Premio Nobel y de una generación posterior, de esa generación de los herméticos donde también se incluyen Eugenio Montale o Giuseppe Ungaretti. Pero también otros anteriores muy valiosos como Umberto Saba o Vincenzo Cardarelli. De esta generación, el que me marcó mucho es Quasimodo, quizás porque lo pude traducir poco a poco y a la traducción se le dio el Premio Nacional de Traducción en Italia.

-¿Qué dificultades entraña hacer una traducción poética frente a la narrativa?

-Traducir poesía siempre es un reto porque no vas a la traducción literal o filológica (palabra por palabra), que también es necesario. Al traducir poesía tienes que salvar el espíritu del texto, que no es otra cosa que la poesía del texto. A veces hay traducciones fieles, muy científicas, pero que son muy frías porque el traductor no ha arriesgado. Hay que arriesgar para salvar ese aroma poético del autor o ese espíritu poético del texto. Por tanto, traducir poesía es un doble reto.

-Este año han venido a Cosmopoética muchas mujeres escritoras y se ha hablado de la poesía escrita por mujeres, el feminismo y el difícil acceso que tienen las mujeres de la cultura. ¿Cómo ve el papel de la mujer en la literatura? ¿Cree que les queda mucho por recorrer para que se reconozca el sitio que deben tener?

-La mujer es uno de los grandes temas de mi obra, no sólo en la poesía sino también en la novela. Precisamente por ese carácter de símbolo polivalente, es decir, la mujer remite al amor, a la pasión, a lo telúrico, a lo vital... Es un símbolo poderosísimo. No hago una distinción de sexos, todos somos seres humanos. Sí es cierto que se debe luchar por que la mujer no esté sometida a discriminación alguna, y menos literaria, porque la creación literaria es un gran acto de libertad y comienza en la soledad de nuestro cuarto, frente a la página o la pantalla en blanco, y eso no se puede evitar ni coaccionar.

-Ya no como individuo, sino como parte de un colectivo, ¿nota esas desigualdades?

-No tengo mucha consciencia de ello pero es evidente que a veces es necesario subrayar -puede ser a través de antologías-, una presencia de la mujer más viva. El tema de la mujer me desborda, es decir, yo tengo una visión de ella no sólo como escritora sino como un ser humano muy especial. Cualquier visión parcial de la mujer es miope.

-Usted es un poeta que no se ha encerrado sino que lleva su palabra a colegios y otros centros culturales. ¿Hace más falta este tipo de acciones para atraer a los lectores a la poesía?

-Estas misiones que yo llamo pedagógicas, parafraseando a las misiones pedagógicas de los años 30, son una de las experiencias más bonitas y más positivas que he tenido como poeta. Para los mismos alumnos de un colegio, instituto o la universidad, la comunicación con un poeta vivo es una experiencia. A mí también me pasó cuando me llevaron de joven a la conferencia de algún escritor. Tenemos que empezar por la enseñanza Primaria, transmitir ese amor a la poesía, enseñarles ese lado positivo de memorizar los poemas... Es una experiencia muy bonita.

-¿Cómo se lo toman los niños al conocerlo?

-Cuando acaba el acto, los profesores muchas veces te comentan que han estado muy atentos y que días antes, mientras preparaban el acto, habían estado entusiasmados. Es decir, ese contacto con un escritor vivo -acaso porque a veces los estudiantes hemos padecido a escritores de la Edad Media, los más complicados y herméticos, y a los clásicos- siempre es muy agradable.

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