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Una plaga mundial

  • Entre la larga sucesión de títulos argentinos imprescindibles, brillan con fuerza los debidos al escritor Hector Germán Oesterheld.

Una plaga mundial

Una plaga mundial

El cómic argentino ha dado no pocas obras maestras a lo largo de su historia. Mort Cinder o Alack Sinner son luminarias de una forma de entender de la narración gráfica, arraigada en los géneros populares (la aventura, la fantasía, el género negro), pero con una puesta en escena rabiosa y vanguardista que ha dejado una huella indeleble en el desarrollo del noveno arte. Y entre la larga sucesión de títulos argentinos imprescindibles, brillan con fuerza los debidos al escritor Hector Germán Oesterheld, autor de series como Ernie Pike, Sherlock Time, Sargento Kirk o el ya citado Mort Cinder, con dibujos de artistas de la talla de Hugo Pratt, Alberto Breccia o Francisco Solano López. Con este último, firmó el que probablemente sea su trabajo más emblemático, El Eternauta, un opresivo tebeo de ciencia ficción que narra la difícil supervivencia de un grupo de personas corrientes tras una terrible invasión extraterrestre y que sirve también como símbolo de la resistencia frente a las dictaduras y el totalitarismo. El sugerente título hace referencia al protagonista, Juan Salvo, viajero temporal que se aparece al propio guionista al comienzo de la historia y le relata los dramáticos sucesos de la plaga mundial que está por venir.

Oesterheld y Solano López publicaron El Eternauta entre 1957 y 1959, en el mítico semanario Hora Cero, y el tebeo no solo no ha dejado de reeditarse desde entonces, sino que, convertido en un hito cultural, ha conocido distintas versiones y continuaciones. Entre ellas, se cuentan la lectura resumida que dibujó Alberto Breccia en 1969, y El Eternauta II, segunda parte realizada por Oesterheld y Solano López a mediados de la década de 1970, duro regreso al terrible futuro apocalíptico descrito en El Eternauta. Norma Editorial ha publicado los dos libros de Oesterheld y Solano López en sendas ediciones en cartoné, que merecen figurar en cualquier biblioteca que se precie. Más allá del desasosiego, componen una hermosísima oda a la ayuda mutua y a los valores del ser humano.

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