Como un oleaje de sombras

Aniversario El filósofo en su silencio

Se cumple un año de la muerte de Rafael Balsera del Pino, maestro y dramaturgo que influyó en varias generaciones de intelectuales y escritores cordobeses

El dramaturgo Rafael Balsera.
El dramaturgo Rafael Balsera.
José Daniel García

08 de marzo 2009 - 05:00

Todos los seres humanos compartimos un miedo atávico a la oscuridad. Las conspiraciones se gestan en escenarios lóbregos. La claridad le es negada a quienes, por su actitud o sus acciones, acaban haciendo eses por la senda del Orden, cuyo juego de luces viene siempre impartido "desde arriba". Durante cuarenta años, nuestro país vivió a la sombra de un dictador que, lejos de buscar la reconciliación y el entendimiento entre los españoles, se encargó concienzudamente de eliminar, libre de compasión y remordimiento, cualquier resquicio de disidencia. Los frentes de oposición al franquismo se construyeron en la frontera difusa entre la luz y la tiniebla.

Desde esa penumbra débilmente atrincherada se pronunciaba con admiración y afecto el nombre de Rafael Balsera (1922-2008), especialmente entre quienes pretendían desarrollar un circuito de teatro independiente en Córdoba. Maestro y dramaturgo prácticamente inédito, nuestro paisano formó parte de la oposición intelectual a la dictadura, equilibrando el miedo y el deber ético, haciendo de su vida un modelo de coherencia. Un hombre generoso y circunspecto, que, sin pretenderlo, ha sido y es ejemplo para profesores, políticos y escritores de esta tierra.

Rafael Balsera conoció de primera mano "la soledad del escritor que ha sido silenciado" cuando, en 1959, la censura prohibió la publicación de Ágora silenciosa en la revista Acento cultural. Desde ese momento siguió escribiendo teatro, pero renunció a la exhibición pública y limitó su difusión a un grupo de allegados y amigos. La obra censurada no verá la luz hasta 1986, al aparecer en la ya mítica colección Los Cuadernos de Albenda. Posteriormente, esta misma pieza se incluirá dentro de la trilogía Tiempo de desaliento (Huerga & Fierro, 1999), de la que formaba parte, junto a Fondos de la ironía y Madrugada de las dos orillas, conjunto que recoge su experiencia de la Guerra Civil española, donde, en palabras del autor, todos fueron "igualmente inocentes a la hora de sufrir el dolor, pero no a la hora de causarlo."

Ágora silenciosa es la obra que presenta con mayor intensidad y nitidez el tema central de la producción dramática de Rafael Balsera, escrita a imitación de la tragedia clásica. En las ciudades helénicas, el ágora constituía el elemento fundamental de la ciudad-estado. Era la plaza central en torno a la cual se organizaba la vida de los ciudadanos, lugar de reunión y discusión donde se ratificaban o rechazaban las medidas adoptadas por los gobernantes. En un país imaginario, la tiranía impuesta por Panta, figura siniestra que no aparecerá nunca en escena, ha silenciado este espacio básico para las relaciones sociales y la libertad de expresión. Diómedes es el filósofo que, escondido en el ágora vacío, se debatirá entre seguir sirviendo al tirano y conservar su vida o ser consecuente con lo que su moral le señala y sacrificarse en pos de la justicia por un pueblo que permanece silenciado y asiste, pasivo, a lo que acontece. Este personaje resume a la perfección la esencia del teatro de Rafael Balsera.

Al leer sus obras, se hace patente un profundo conocimiento de la tragedia griega y moderna y de las principales corrientes ideológicas del siglo XX en las obras de autores (Camus, Sartre. Ibsen…) que, como Balsera, fueron testigos y víctimas de las convulsiones de su época. A partir de este bagaje cultural y vivencial, Rafael desarrollará un tipo de acción teatral caracterizado por el conflicto que experimentan sus personajes entre lo que su conciencia les dicta y lo que el sentido común subyugado por ciertas formas de Estado les obliga a hacer. Este desajuste entre el deber moral y el acto pragmático les llevará a vivir bajo un sentimiento perpetuo de soledad y culpa. Como señala Pedro Roso en el prólogo a la trilogía, sus piezas teatrales son "expresión de la íntima rebeldía de un hombre que hizo de la escritura dramática un proceso de indagación y catarsis, la crónica de unas vivencias personales y unas experiencias colectivas".

Rafael Balsera supo vivir de acuerdo con sus principios y su carácter, ajeno a heroísmos y temeridades, pero estando siempre donde había que estar, sin retroceder. Ahora que se ha cumplido el primer aniversario de su muerte, sus amigos le rinden homenaje y harán lo posible por que su memoria no desaparezca, una tarea complicada en estos tiempos democráticos de borrón y cuenta nueva.

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