Crítica de Cine cine

La mejor desde el clásico del 93: Bayona domestica los dinosaurios

Bayona consigue imponer algo de su sello personal en la franquicia de 'Jurassic World', un salto a Hollywood que se ha saldado con fortuna.

Bayona consigue imponer algo de su sello personal en la franquicia de 'Jurassic World', un salto a Hollywood que se ha saldado con fortuna. / el día.

Juan Antonio Bayona nació el año de Tiburón, tenía seis años el de En busca del Arca Perdida, siete el de ET y dieciocho cuando se estrenó Parque Jurásico. Para él y su generación Spielberg debe ser algo parecido a lo que las películas de monstruos de la Toho y de Harryhausen, los péplum, El tigre de Esnapur y La tumba india de Lang, Los diez mandamientos o Ben-Hur -todo junto- fueron para mi generación: el asombro del cine. Monstruos prehistóricos o mitológicos, pasadizos secretos, templos subterráneos presididos por estatuas colosales, mares que se abrían para dejar pasar a unos y se cerraban para ahogar a otros, carreras de cuadrigas… Puedo comprender la emoción de Bayona al ser llamado por Spielberg para dirigir esta película. Algo así como remontarse a la fuente de sus sueños o Alicia entrando en el País de las Maravillas.

Pero en el actual Hollywood hay más reinas de corazones malas que simpáticos sombreros locos y Bayona sabía dónde se metía y a qué se enfrentaba: un producto que se integra en una serie rígidamente codificada, un guión cerrado y el casting y la mayor parte del equipo decididos, la presión de los taquillazos de las anteriores entregas (Parque Jurásico fue en su día la película más taquillera de la historia del cine y su antecesora inmediata Jurassic World es actualmente la quinta) y la responsabilidad de los casi 200 millones de dólares invertidos. Afortunadamente, ha logrado tanto salir airoso como encontrar huecos de creatividad que le han permitido darle, en la medida de lo posible, una impronta personal.

Bayona potencia el terror y el suspense, dos claves de la obra maestra de Spielberg

No es que lo de Bayona sea el cine de autor. Lo suyo es el comercial. Pero afortunadamente el tópico que los enfrentaba como incompatibles se disipó hace décadas y la corta filmografía de Bayona, sin dejar de ser lo que es, ofrece continuidades reconocibles, siendo la más marcada el tema de la infancia atacada por fantasmas (El Orfanato), catástrofes (Lo imposible) o el dolor (Un monstruo viene a verme). Y esto le une al universo de Spielberg en el que este mismo tema, casi siempre unido al trauma del divorcio de los padres, recorre casi toda su filmografía hallando su más conmovedora representación en la relación entre Leonardo DiCaprio y Christopher Walken en Atrápame si puedes. Ambos, con la lógica diferencia entre un setentón maestro hollywoodiense que ha cambiado la historia del cine y un realizador español cuarentón que está en su cuarto largometraje, suelen insertar este tema en entornos fantásticos, como si el terror de la pérdida adoptara formas monstruosas o catastróficas a la vez que la fantasía fuera también una vía de escape de realidades opresivas.

Esta coincidencia se nota en esta película, tal vez la mejor de la serie tras la primera y fundadora obra maestra del 93 con la que Spielberg devolvió a las pantallas los dinosaurios que habían desaparecido de ellas tras la glaciación que supuso la muerte de Harryhausen y cambió la historia del cine al fundir con naturalidad la imagen real y la digital. El guión no es gran cosa ,aunque se le agradece que recupere un tono que se ha considerado erróneamente ecologista y animalista (¿las bestias reinventadas genéticamente deben desaparecer junto con su isla tras la erupción de un volcán o salvarse?) cuando en realidad el mensaje de las funestas consecuencias de profanar la naturaleza y la compasión hacia los monstruos sacados de su entorno para exhibirlos son temas presentes desde el principio del género. ¿O nadie recuerda la muerte de King Kong, las penalidades del gorila Joe Young o a Gorgo regresando al mar tras devastar Londres para recuperar a su cría? Los actores principales son tan correctamente sosos como suelen serlo los intérpretes jóvenes de las superproducciones; mucho mejor que ellos -en los extremos de la edad- están la pequeña debutante Isabella Sermon y los maduros James Cromwell, Toby Jones, el superviviente James Goldblum y Geraldine Chaplin. ¿Entonces qué la hace la mejor de la serie tras el clásico del 93? El mérito es de Bayona (y de su habitual director de fotografía Óscar Faura) que ha aprovechado sus espacios de libertad para minimizar en lo posible los aspectos más infantiles, administrar sabiamente la desmesura técnica, potenciar el terror y el suspense que eran dos claves fundamentales de la obra maestra de Spielberg (¿quién ha olvidado el vaho del velocirraptor en la ventana de la cocina?) y darle un aire gótico -mansión incluida- en la segunda parte. Un triunfo.

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